Autor: Priscila
El lenguaje del hábitat
La otra revuelta: delito y contexto
No existe un continuo en la delincuencia en Chile. Recuerdo mis primeros años en la carrera de sociología y el concepto de anomia, tan caro para uno de los llamados pensadores sociales, me refiero a Emile Durkheim (1858-1917). La anomia no significa la ausencia de normas sociales, más bien, una presencia normativa que ha sido desorganizada, entonces, estas reglas sociales ya no producen una coherencia social, el lazo social se halla lacerado, el vínculo cultural se encuentra desculturizado, consecuencia de graves conflictos societales. En mi opinión, pues no he hecho investigaciones empíricas al respecto, pienso que la sociedad chilena está atravesada por una creciente anomia.
Para qué ser tan majadero, ya que para ello están las grandes cadenas de medios de comunicación: tenemos la inmigración en el norte, la demanda mapuche en el sur –y, además, las demandas de los otros pueblos originarios– y, en las ciudades, las nuevas formas de criminalidad, las que superan a las fuerzas policiales. En este artículo, desearía centrarme en el mundo del delito urbano.
La historia es contingencia, por ende, el discurso público de la década de los 90, resultado de los enunciados de los especialistas sociales, fue un constructo fabricado de políticas públicas, junto al apoyo de los medios televisivos, cuyo objetivo era generar miedo en la población, sobre todo, de clase media; sin embargo, no produjo una relación con lo que vino después en materia criminal. Este discurso público poseía los siguientes componentes: primero, la crisis moral que subsumía a los jóvenes; segundo, la violencia social, representada por el narcotráfico y otros ejemplos, como las barras bravas; y tercero, la seguridad ciudadana, que constituyó el eje de la lucha contra el delito.
La interfaz de la discontinuidad delincuencial fueron los movimientos sociopolíticos, los cuales planteaban un cara-a-cara con las ideopolíticas neoliberales: “pingüinos”, universitarios, feministas, hasta la revuelta social. Todos estos intentos de cambio social fueron derrotados por medio de la represión política, mediática y policial.
No obstante, en medio de la ruina que quedó en la búsqueda de la justicia social, se podría decir que emergió un vacío en la colectividad, a nivel del pensamiento simbólico. Hasta el día de hoy faltan datos sobre el destino de los prisioneros de la revuelta. Es un vacío, sin embargo, se sabe que algo de dignidad guarda en su interior. Sin duda, estos eventos permanecerán en las cargas seculares del futuro.
Ahora bien, sobre la base del vacío, la sociedad chilena ha sufrido una escisión de gran magnitud: con esto hago referencia a que el mundo del delito no solo es cuestión de antisociales, sino que una parte de la sociedad ya no pertenece a la totalidad relacional. La criminalidad constituye otra cultura, una cultura diferente y autónoma, coherente con sus propias normas y sus propios códigos. La sociedad se ha rasgado: quiebre y ruptura que vienen a configurar otra cultura de forma irreversible. Para el mundo del delito, sus acciones pertenecen a una normalidad sociocultural. Es otra lógica y otra socio-lógica. Por tanto, la anomia, en términos conceptuales, no satisface el análisis, puesto que lo que se vive en Chile es una enorme contradicción social, ¿algún día volverá el todo integrado? Difícil pregunta.
Un viernes de revuelta (Chile, 2019 – ca. 2022)
La revuelta social que se inició el año 2019, aún no ha terminado. Falta, qué duda cabe, conocer específicamente la cantidad de personas atropelladas en su dignidad, a pesar de las largas luchas por la ciudad y por la magia de esa plaza con un monumento de estética enjuta, la que fue rebautizada para que, al fin, se transformase el núcleo clasista que sostiene la famosa división “plaza Italia para arriba y plaza Italia para abajo”. Ahora bien, la contradicción social, con su respectiva praxis, no ha finalizado en la periferia pobre de Santiago de Chile. En este texto quiero plantear una perspectiva sociológica sobre las razones del fracaso de esta oleada de rebelión social.
El castigo físico y la percepción social
El castigo físico es la base de la pirámide: está presente en la estratificación social, tal y como la conocemos hoy en día, pero, también, en el sentido de la conformación aritmética de los imperios, que construían sus monumentos de un modo sumatorio, capa tras capa, sedimento tras sedimento –al menos así lo señalan Deleuze y Guattari sobre el mundo antiguo. Chile no es una configuración imperial, es decir, ni un Estado de cuño imperialista en la actualidad –aunque en su pasado fue colonialista respecto a los pueblos originarios (y lo sigue siendo), no obstante, no forja un imperio sumando otros países– ni un Estado con una historia anclada en la Antigüedad, sin embargo, su comportamiento político se manifiesta como si fuese un imperio.
La sociedad chilena posee, claramente, una tradición de brutalidad en el trato a la población disidente. Así, desde sus orígenes republicanos el famoso “ojo por ojo, diente por diente” se trasladó hacia la típica expresión de Diego Portales: palo y bizcocho. Ahora bien, si observamos la represión policial durante la revuelta social, ha existido en la dinámica sociopolítica, particular de la historia de Chile, una violencia que solamente fue física –no se incluyó el “bizcocho”–, lo que implicó, en su mismo descontrol, en el absoluto del absurdo, que las y los ejecutores produjesen una política del descaro, la que pocas veces se ha visto en la ya acomodaticia forma de gobierno de las y de los conservadores.
Esta política represiva consistió en la irrefrenable golpiza a las y los rebelados y la asquerosa utilización de gases tóxicos, para finalmente practicar un castigo (según ellos) ejemplar, con esto me refiero a dejar a las y los rebeldes decididos en alcanzar un poco de dignidad dentro de las pésimas condiciones neoliberales e hipermodernas: dejar a las personas con ceguera parcial o total.
Cuando en la comunidad societaria alguno de sus miembros pierde la percepción social (es decir, pierde la visión en este caso), todas las categorías sociales se modifican, puesto que hoy en día los y las individuos sin ojos (sin toda su percepción subjetiva) constituyen un nuevo segmento de la clasificación social. Y en todo este proceso, también el gobierno desproporcionó su percepción geopolítica: ¿nadie en el globo iría a percibir tal atrocidad? ¿O todos los gobiernos del mundo son igualmente atroces? Por otro lado: ¿cuántos han sido los apremiados de la última revuelta? ¿Cuántos han quedados parcial o totalmente ciegos? En este sentido, el Estado chileno cree ser un gran imperio, pero sin aritmética de las capas, ya
que no sabe ni sumar ni restar sus propios castigos, para así mantener la pirámide social –una jerarquía social basada en la represión de cualquier intento de transformación social y cultural.
Principios fraudulentos de la sociedad civil
Desde los organismos internacionales, pasando por la academia, ha surgido el discursillo aquel, el discursillo famoso que está en la boca de intelectuales de las ciencias sociales, la sociedad civil. ¿Qué significa este término tan usado actualmente por la renovación socialista? Muchas dudas causan la psicología de dicho concepto, siguiendo las ideas Gaston Bachelard: un concepto es un momento en la evolución del pensamiento simbólico. No obstante, el concepto de “sociedad civil” es una involución en el pensamiento simbólico y, específicamente, en la sociología de los símbolos, puesto que, dentro de la historia de las ciencias sociales, la noción de sociedad civil representa algo inexistente en la sociedad: es una parte descontextualizada de la obra de Hegel. Es decir, es un artificio conceptual que está basado en un idealismo sin sentido y sin coherencia. La misma sociología del símbolo postula que la trascendencia de lo absoluto –que buscaba la dialéctica de Hegel– no logra conciliar con la problemática basal de las ciencias sociales entre acción y estructura.
En plena expansión del capitalismo desregulado y expoliador, también llamado sociedad postindustrial, cómo puede ser posible que exista un proceso civilizatorio en dicho contexto: crueldad es poco lo que sucede en las vísceras del neoliberalismo, y nada de civilidad. Por ende, es un concepto que no sirve para explicar la revuelta, y aquello habla de que la psicología de las y de los “expertos” es la psicología de una contextualización fraudulenta y totalmente cómplice de la represión.
El simulacro político
El simulacro puede ser comprendido de dos formas: como carnaval, como mascarada, simulacro en el sentido de diversión –que me parece era la sociedad utópica final que buscaban las y los rebeldes. Por otro lado, el simulacro tiene su sombra: implica, en este sentido, la trampa, la bajeza, la hipocresía. El simulacro político a que me refiero es el pacto político para redactar una nueva Constitución: un acuerdo a espaldas de la protesta social, entre paredes ignotas, es decir, entre las bambalinas de la violencia simbólica. Por tanto, nuevamente la historia social de Chile queda atrapada en la historia de los representantes de la clase dominante, y todo parece indicar que quedaremos atrapados en el corrupto “espíritu de la ley” y sus consecuentes comisiones mixtas.
yo el arcaicoo
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Pájaro que pasa por la lluvia gélida. Mi lectura de La querella de mí mismo, de Fernando Franulic Depix (1978-2024)
Pájaro que pasa por la lluvia gélida. Mi lectura de La querella de mí mismo, de Fernando Franulic Depix (1978-2024)
04/10/2024
Fernando y yo no nos conocimos personalmente: él supo de mí, yo supe de él, pero no llegamos a conocernos (no escuché su voz ni le sostuve nunca la mirada). Esto fue por medio de su hermana Andrea, Andrea Franulic Depix, profesora de pedagogía en castellano en la Universidad de Santiago de Chile.
Desde mis singulares insularidades canarias (de sures a sures, desde otro sur) yo llegué por primera vez a Chile en febrero de 2018, beneficiado por un programa de intercambio que ofrecía la Facultad de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), con la Universidad de Santiago de Chile: la combatiente USACH, según supe después, cuya Federación de Estudiantes plantó resistencia, desde la U, a los comienzos del golpe militar en septiembre de 1973; la misma universidad que igualmente ha estado al frente de tantas reivindicaciones sociales y políticas de la historia chilena.
Bajo el alero usachino, a la luz de viejos tejados y patios circulares, conocí a Andrea Franulic, quien me tendió, desde el primer instante, una mirada y una sonrisa tan amigables que hoy considero que son parte importante del por qué estoy compartiendo estas líneas. Tuve a Andrea como profesora de semántica, creo recordar, y esa fue la primera significación humana que tuve de ella, la primera resemantización, por usar uno de esos términos filológicos tan desalmados, de las muchas que he vivido respaldado por su amistad, su maestría y, otra vez repito, por el puente de su mirada. La mirada cobra especial protagonismo en este retrato que quiero dejar de mi lectura del poemario que estamos festejando; retrato inseparable, testimonialmente, de mi parcial silueta humana, como luego veremos. Por ahora quiero contar una anécdota que acerque más a ustedes, si cabe, el impacto que deja la lectura de este afilado poemario en quien les escribe, pues sospecho que no es casual que Andrea Franulic haya dejado caer este libro entre mis muñones. Y esta es una sola de las no pocas verdades subjetivas que me arriman cariñosa y cómplicemente a La querella de mí mismo.
Nací con eso que las sociedades capacitistas llaman discapacidad, una de las tantas enfermedades raras de la productividad. El síndrome de Moebius es una condición congénita que suele traer, entre muchos otros estigmas clínicos, la ausencia de un miembro (en mi caso el superior izquierdo) y una parálisis facial. Por ella anduve con mi madre, desde muy niño, consultas de logopedia y diversas rehabilitaciones del habla para acercar la disartria (dificultad para articular ciertos fonemas, con frecuencia los sonidos bilabiales o fricativos) a una comunicación oral entendible y efectiva. Hoy asumo que también normativa, aunque yo no sabía entonces la letra chica del contrato. Hago este inevitable paréntesis para contar la anécdota: en una de nuestras clases con la profesora Franulic, recuerdo que dije que me podían llamar “Eche”, diminutivo común de mi nombre canario que me gusta que usen en confianza. Por cercanía fónica muchas personas cayeron en una chistosa confusión (también pasó fuera del ámbito universitario) en la que “Eche” se confundía con “Equis” (así suena mi disartria). “X” seguí siendo, resignadamente, hasta que alguien que ya se había acostumbrado a mi articulación fronteriza, restituyó ese nombre guanche con el que me bautizaron cristiano. X, pues, decía; es decir, articulación fronteriza, designación en la linde, sujeto de estudio, supuesto práctico humano. Aunque nunca pude hablar humanamente con él, las letras de Fernando Franulic me dicen que también él habitó en los lindes (así lo sugiere uno de sus propios títulos), en la linde del sistema-mundo moderno que compartimos con todo su peso colonizante, con las no pocas crueldades y contradicciones que el neoliberalismo imprime en unas sociedades hechas por la medida de unos pocos para la estrechez de unos muchos.
Leer así un poemario como éste, se convierte entonces en lo que Raúl Zurita llama un intercambio de agonías, la continua reciprocidad de querer transformar, por la palabra, un mundo que es tan singular como colectivo, tan libre como salvajemente avasallador. Yo lo sé como el autor lo supo. Aquí y allá he sufrido otras y las mismas querellas por el costo de ser uno mismo “en un orden social estrecho, limitado, superficial, sin apertura a la alteridad”, como refiere Andrea Franulic en las palabras a su hermano que cierran el volumen (p.78). En mis viajes por el país austral, andando “en las escarpadas cadenas de montañas, (…) el páramo y la mar” (p.6), entre impávidos guanacos y flamencos, los rostros humanos, en cambio, me miran con asombro y me dejan entrar con sospecha. En una panadería de Temuco alguien se asombra de que tenga tres mil pesos encima para comprar una empanada; en un taxi de Santiago alguien me obliga a pagar antes de realizar el viaje: de víctima a verdugo, de inválido a monstruo, siempre en tierra de nadie. Así nos dejan entrar a la vida, aquí y allá con cierta relatividad, a quienes desafiamos el canon de lo establecido por mera voluntad de existir, a quienes caminamos por “la vereda de la sombra, la vereda del sol”, habitando “las dos caras de la luna” (p.6).
El autor de estos versos lo sabe y su pulso es firme, aunque no por ello deja de ser sensible, compasivo y justiciero. ¿Quién podría querellarse a sí mismo? aquel cuya mirada disidente evidencia con la alteridad su destierro del poder establecido, pagando por ello la desengañada lucidez, denunciando, por vivir, la crueldad amarga a lo largo y ancho del territorio, maldiciendo lo perfumoso, lo veleidoso y lo cierto con lo dudoso, como supo con dolor Violeta Parra. Con dolor escribimos, con dolor también está escrito La querella de mí mismo. En el poema “La mirada” (p.8) hay un ojo que acerca la claridad “al otro que emerge combativo en los ríos de piedra”, hay un claro ojo estructural que desea volar con las estructuras y que permite “la semejanza y la diferencia/en la gran ciudadela resquebrajada”; “Por los oprobios/por las públicas infamias/que el ojo produce” la voz poética quiere tumbar las paredes del ojo hegemónico (pues “el ojo es una negra habitación/donde las partículas del cielo/transitan empecinadas”) en busca de una mirada amorosa y diversa. Nuestras sociedades son ojicéntricas, como recuerda siempre Lina Meruane, coleccionista de ojos; En ellas “la mirada es una geometría/de la máscara y de la mentira” (p.9), espejismo estrecho de los espejos de nuestra falacia. Una realidad inédita, “con el corazón acechando” (p.10), ofrecerá siempre la honestidad de una palabra inédita, sumida en incertidumbres oprimidas bajo la colonialidad pero “nunca más en la desmesura/de un Ojo Absoluto” (p.10) que impere. La voz poética sigue su camino con una espada en la mano, la espada tiene ojos, los ojos traen una “mirada primigenia, amatoria” (p. 10) que quiere cuestionar los pilares del discurso occidental, concretamente en las íntimas contradicciones de la sociedad chilena que bien conoce y cuestiona. Recuerdo ahora a Gustavo Gatica, aquel joven santiaguino que perdió los ojos durante las represiones del estallido, en 2019. Gatica fue un rostro de tantos a los que apuntaron a los ojos, un rostro de tantos cuya última visión habría de ser el proyectil estallando en la gelatina de los ojos, ojos de tantos rostros, cien ojos, doscientos, cuatrocientos, más ojos. Gustavo Gatica dijo después: “Regalé mis ojos para que la gente despierte”. Es la misma cacería de ojos sucediendo en Hong Kong, Quito, Colombia, Nicaragua, Palestina. Un ojicidio en serie. La poesía es, pues, y concretamente en este poemario, una mirada que desarma el ojicidio; la poesía resiste, en sus luminosas trampas, la cacería de ojos del mundo neocolonial.
La voz poética de La querella de mí mismo pone también el ojo ávido, como decíamos, en las crueldades del abstracto sistema imperante concretado: capitalista, patriarcal, capacitista, misógino y homófobo. Lo hace con un ácido humor alegre, sarcástico, crudo: “entramos al mundo/vacíos/prestos para ser/grandes próceres” (p.11), “el opaco disfraz/de reyes y princesas”(p.12); “La economía política nos instala/en ese sufrimiento colectivo/con la complicidad/de los seres aventajados/los que dominan y ultrajan/en las calles del poder”(p.11), pero se advierte la grieta de la libertad “por las selvas del sexo/por los desiertos de la locura/por las mareas de la enfermedad” (p.11), miradas inéditas que desestabilicen un sistema de pensamiento aparentemente seguro, uniforme e invulnerable. El yo poético que recorre este provocativo y juguetón poemario habita, así, en la linde, en la disidencia: “a veces aprovecho las rendijas/del mundo de los graves” (…)”aquellos que se consideran hombres”, es un pícaro disfrutón que se ha “hartado/del afán de muerte/y descampado”. Lejos de habitar la épica de los grandes próceres de la heteronormatividad, él prefiere “la mañana de los sencillos”. La originalidad que plantea la voz poética de Franulic en este poemario, radica también en un conocimiento profundo de los procesos históricos (no en vano ha publicado el conjunto de ensayos Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina (Mago Editores, 2022) y cómo se insertan y transforman los colectivos humanos en ellos, desde la reina Urraca I de León hasta el anónimo hombre-engranaje de la contemporánea sociedad capitalista chilena, saciado y ahogado al mismo tiempo por una maquinaria devoradora, en el extenso poema “Eso que cargas” (p.24): “¿cuándo te compraste el cuento/de la vía chilena al darwinismo?”, donde el prototipo macho de clase media recorre las clases sociales de las comunas del gran Santiago sin salpicarse la ropa por ellas: “En la micro nadie te roba el asiento/de abajo vas para arriba”(p.24), es el mismo macho que ruega que no le salgan hijos maricones mientras recuerda en secreto los “años de falos inocentes” (p.25) y que tiene libertad porque la ha comprado, pues “la libertad se posee, como a las mujeres”(p.26). En este reality de Estado-nación donde solo existe lo que se quiere ver, no existen el mapuche o la lesbiana, el homosexual o el tullido, pues solo existe lo que se nombra. Así, frente a la falocéntrica República de Chile, el yo poético del poemario va desarticulando la Historia en la penumbra, como en un baile de máscaras ancestrales, desnudando, con su palabra, un homoerotismo liberador. Lo hace en poemas como “Sinuosos encuentros” (p.51): “Me gustaría ser la sierpe/que trepa por los falos/de la Antigüedad clásica/ de la América precolombina”.
Pero escribimos con dolor, decíamos y, pese a todo, este poemario se inscribe en el dolor, aunque lo que se desea es aminorarlo. El dolor de la discriminación homofóbica ―“y así como un solitario cóndor/pasaron los años/en el exilio” (p.52)― alcanza cuotas de desesperación cuando se ruega a la diosa Venus con la poderosa oración: “ayúdame contra la maldición/ de haber nacido hombre” para “dejar de tener falo y logos” (p.48). Frente al mismo se halla abrigo en los recuerdos incorruptibles de la infancia, como el del linaje paterno: “una vez conocí a un hombre/que no usaba ninguna máscara(…)ese hombre fuera de las normas/y las tipologías/era mi padre”(p.22), el linaje materno, lleno de libertades simbolistas: “En la casa de mi abuela materna/había un montón de jaulas desiertas/jaulas liberadas de su opresión”(p.67) y las excursiones con padre, madre y hermana a Caleta Coloso, “un sitio que ya no existe/arrasado por la burbuja inmobiliaria” en “Antofagasta/ ciudad-eléctrica”, pues también el recuerdo está impregnado de esa pátina de dominio colonial sobre el mundo conocido. ¿será que por ello se escribe también? ¿para salvaguardar del recuerdo “las visiones inocentes del océano espumoso?” (p.76)
Así es como conocí yo a Fernando Franulic Depix, un pícaro, un goliardo, un amigo, un pájaro que pasa por la lluvia gélida, el hermano de Andrea con hermandad verdadera. Mi amiga Andrea Franulic, lúcida escritora, lúcida feminista de la diferencia, lúcida profesora y amiga, dejó caer en mis muñones esta obra porque intuyó que yo podía decirles a ustedes algo sobre ella y sobre mí (inseparable vivencia). Ahora les pido a ustedes que la lean y cuenten a otras personas algo sobre la obra y algo sobre ustedes, porque Fernando Franulic sigue viviendo y hablándonos, aunque un día su corazón pesó demasiado y cayó a la tierra.
Quizá él lo supo antes y quiso darnos la advertencia:
Y algún día
accederé a rendirme
Pero nunca mis letras
Echedey Medina Déniz
Artículo publicado el 04/10/2024
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Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina. Ensayos críticos de Fernando Franulic Depix
por Jorge Sánchez Sánchez
Artículo publicado el 24/04/2023
“¿Leíste el último fragmento de Kafka?” (Franulic, 2002, p.88)
La escritura suele cubrirse de un autoproclamado manto sagrado de la academia. Este mandata, ordena (en su doble acepción) tanto lo leíble como el menú de significados posibles de asignar a un hecho o comunidad, genera las condiciones para no eludir teorías y autores que se pueden emplear para pensar. El poder de este espacio, que se ha naturalizado como un hábitat de saberes importantes, de sus revistas indexadas y “hombres sabios”, muestra su fortaleza al no sufrir mayores trizaduras en el estallido social ni en el proyecto del primer intento de nueva constitución. La escritura, entonces, protegida en su estilo y sentido por una academia, al parecer, a prueba de todo.
El libro reseñado: Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina. Ensayos críticos reúne un conjunto de ensayos de Fernando Franulic Depix que se posiciona desde un sentido crítico frente a esta idea de escritura académica, desafiando consciente o inconscientemente a ese intelectual que el autor refiere como anclado a una sociedad de control, que debe rendir con una productividad científica (p.90) bajo formatos preestablecidos, a preguntas mandatadas con respuestas que no podrían salirse del diccionario oficial que la norma ofrece. Y en proyección a una maquinaria escritural academicista que, en general, solo mantendría formatos y contenidos hegemónicos.
Si, como mencionaba Kristeva, los límites son las políticas, acá los diversos ensayos replantean las líneas de los límites dados por las grandes narraciones. En este texto recorren personajes de filmes chilenos, sexualidades divergentes, la identidad, modernidad, desde una cocinería teórica reflexiva que enfrenta los discursos afincados en una ética y forma monolítica. Así, se devela en cada uno de sus textos una trama económica y discursos hegemónicos sexuales, identitarios y de clase que solo son construcciones dirigidas para mantener una narrativa ya gastada. Causando un borroneo o desplazamiento continuo de los márgenes que amarran la realidad.
De esta forma se opone a un optimismo y exitismo neoliberal, al escenificar en sus escritos el “Chile como zona de sacrificio”; la historia sin gloria ni progreso; el “hombre de consumo”, y otras categorías que instan a reubicar las subjetividades, en rever las piezas del juego para releerse. En este aspecto es notable como el texto, cada vez que desarrolla categorías similares, apela al lector o lectora invitando a mirar fuera del libro y a uno mismo misma en su actuar político y discursivo.
Cabe mencionar que estas figuras que Fernando argumenta sirven en un doble juego. Primero para mostrar la trampa discursiva del capitalismo y, en dicho mostrar, evidenciar la posibilidad de una rotura de lo oficializante. Y, además, para problematizar conceptos como “Modernidad”, “Queer”, “Postmodernidad”, “Postmemoria”, “Pobre”, “hombre” entre muchos otros, en un gesto permanente de desmontar y descubrir nominaciones, presentando una urgencia en el renombrar(se).
En relación con este último punto, los ensayos son ejercicios de estilo que refiguran las formas tradicionales de reflexionar y dialogar escrituralmente con un lector o lectora. El estilo aparece como una forma de escape/fuga sobre lo impuesto en una comunidad. Ante la pregunta que Fernando Franulic Depix se hace al iniciar su libro: “¿Es posible salir del marco de la sociedad que se impone?” (p.17), se puede inferir que su propuesta no es solo temática, sino que también propone formas escriturales diversas que hacen aparecer un conjunto de virtuales que los paper u otras textualidades tapan.
Para finalizar esta breve reseña volvemos a la pregunta recién planteada: ¿Es posible salirse? El libro nos dice que al parecer sí, a partir de la insolencia de los ensayos, en el incitar a un rever. De este modo los diversos ensayos son una invitación a encontrarse con relecturas de películas, hechos, la historia, críticos, críticas, y uno mismo misma no para caer en el vacío postmoderno de la quietud, sino que en el llamado a sacarse la máscara y liberar la mirada masculina.
Jorge Sánchez Sánchez
Artículo publicado el 24/04/2023
“Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina”: El nuevo libro de Fernando Franulic Depix
· La tercera publicación del escritor antofagastino reúne sus ensayos críticos que van desde el 2005 hasta el 2021.
El sociólogo, escritor, Magister en Historia y columnista del Diario La Quinta, Fernando Franulic Depix, lanzó recientemente “Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina”, un libro que compila sus ensayos críticos escritos entre 2005 y 2021.
Publicado por Mago Editores y Del Aire Editores, y próximamente en ebook, “el objeto del libro tiene relación con los distintos caminos que se han producido para forjar en Chile una sociedad capitalista”, señala el autor, “en este caso, en el capitalismo que vivimos hoy en día. Estaríamos hablando de un capitalismo de consumo y un capitalismo del espectáculo, o una sociedad del espectáculo y una sociedad del consumo”, agrega, por lo que el título es bastante atingente “puesto que, del espesor histórico, es decir, la densidad de las relaciones sociales del pasado, surge la liberalización de la mirada masculina como el fenómeno más ejemplificador de esta sociedad capitalista tardía”.
La liberalización de la mirada masculina es un fenómeno ejemplificador “porque, finalmente, el hombre, que siempre fue un referente universal del Derecho, de la Filosofía, la Política, empieza a adquirir nuevos caracteres y se forja un hombre fetiche, un hombre presto para ser un objeto sexual”, explica Franulic, y es ese cambio sociológico el que más llama la atención de estos procesos sociales que describe en su libro, que van desde el siglo 18, 19, 20 y 21, con la instalación de este capitalismo de consumo y del espectáculo.
En este sentido, “la Sociología, la Historia y la Semiótica son disciplinas, campos de conocimiento que me han servido para escribir los textos; sin embargo, cada uno de estos campos de conocimiento los voy mezclando y voy produciendo una mixtura que finalmente hace que las propuestas teóricas sean propias, personales, en ese plano”, puntualiza.
Ahora bien, destaca, “cada ensayo tiene una historia interna: el ensayo crítico nace, se escribe, se elige el material, se organiza; luego el libro en su conjunto produce una historia externa, es decir, esta historia que va desde el siglo 18, con las formas de penalidad, de castigo que existían en esa época, hasta el siglo 21”.
Una hipótesis interesante que surge en este proceso, continúa Fernando Franulic, “es que la sociedad disciplinaria que desarrolla Michel Foucault en su escrito, esos enlaces disciplinarios no son plausibles de llevar a la sociedad chilena, es decir, la sociedad disciplinaria no se da tal cual dice Foucault, sino que se da una sociedad disciplinaria chilena sui generis”, la cual analiza en su ensayo sobre el “Chacal de Nahueltoro”:
Este es el tercer libro del sociólogo, luego de “Linde”, una compilación de cuentos, y “Yo, el arcaico”, ebook donde entrelaza la poesía, la narrativa y la dramaturgia. También, su sitio web contiene otros escritos del autor.
El texto está disponible en Librería Antro, en El Tabo; Librería Cosmos, en la comuna de San Miguel; Qué Leo, del Parque Forestal, y en la librería Altamira. Online se puede adquirir en buscalibre.cl magoeditores.cl, ghandi.com.mx, cadabrabooks.com, o escribiendo directamente al autor a saturnaldelpoder@gmail.com.
Fernando Franulic Depix: Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina…
Reseña de Alexis Figueroa Aracena
Escritor chileno (1956) Poeta, guionista y productor cultural. Concepción, mayo, 2023
Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina. Ensayos críticos, de Fernando Franulic Depix, es un libro con un título demasiado largo y que aun así no le hace justicia a su contenido. Acaso el intento fuese titular con sentido de estandarte o de faro crítico, que brinde a su posible lector la clara noción de su contenido, mas aunque se defina su género con el rótulo ensayo, indicando su peculiar carácter en tanto producto textual, y aún se lo apostille con la crítica como especificidad, desde mi lectura es un libro que expresa su riqueza en las zonas en que se distancia de la caja de herramientas de factura europea que el autor maneja, para adentrase en un retórica de la interpretación. Adosada a motivos de carácter vernáculo, que tiene a la sociología, la intuición artística y la crónica historiográfica como sus puntales de acceso. El titulo mismo, tan sobre calificado, no hace justicia, repito, a entradas tales como “El pejesapo: sobre los márgenes estigmáticos que (no) se ven”, “Es un hombre rústico, un gañán de tercera categoría (…) A propósito de El Chacal de Nahueltoro” o “Cuando aún creían en la aritmética: un simulacro del poderoso en América Latina”. Preferiría entonces, para dar constancia del libro y su aprecio, definirlo como un “cuaderno de materiales” para develar su carácter tanto de herramienta y de base para el pensamiento y conocimiento posibles, en términos interpretativos, de la “relaciones de poder y las luchas que se comprometan alrededor de ellas”, para usar las palabras de un filósofo contemporáneo que estimo le es caro al autor. Como sea, los textos –el libro reúne una multitud de textos breves que el autor ha publicado en diversos soportes a lo largo de variados años–, se pueden definir como ensayos. Y son ensayos los que modelan el resultado de su indagación. Esto construye un discurso con la virtud de artefacto textual, que porta en la enunciación un carácter literario, una voluntad de estilo en la forma de “poetización del saber”, un cauce expresivo más intenso y dinámico, debido a la autorreflexión constante, tanto en relación con el pensamiento establecido como en relación con la expresividad retórica y la comunicación. Un texto apropiado a una crítica de campo expandido, interesada en interrelacionar, vincular, dar un panorama amplio y acaso con vislumbres multidisciplinarios en torno al objeto, operando tanto desde la construcción cultural del sentido (esto es, el análisis cultural como mezcla de territorio, interpretación y subjetividad), como desde la escritura de autor. Conozco a Franulic desde un libro anterior, de relatos, definidos desde el centro convencional de lo literario. Linde, es un libro publicado por Del Aire Editores, en el 2015, un libro compuesto por distintas secciones –“cuentos” diríamos si buscásemos un molde oficial– que por medio de la fantasía en alianza de elementos historiográficos, nos presentan creaciones sui generis, tras las cuales respira el anhelo de dar cuenta y razón de ciertos momentos de la sociedad. Sin embargo, no se trata de “cuentos de tesis” al modo de las “novelas de tesis” de raigambre decimonónica, sino más bien del espíritu de indagación de un novelista –o cuentista– adentrado en el siglo XX y su misma disolución. Pero volvamos al libro que hoy comentamos. Ambos libros, a pesar de su distancia genérica, indagan en torno al poder. Mas no el poder manifestado como acción de los poderosos, sino en cómo este mismo satura todas las capas de la naturaleza y cultura, al modo de una atmósfera o elan impalpable, que no es visto sino en la medida en que lo sufrimos –esto es poder encarnado– y bien lo representamos con los atributos del arte, en esta caso la literatura: lo que dice Franulic ya lo han dicho posiblemente libros de texto, escritos políticos, análisis de estudiosos, manuales de concientización y revelación de verdades, etc., muchos de ellos imbuidos del espíritu de la pesadez… más acá, en su libro, hay juego, alegría y gusto por el buen decir. Una estética del buen decir, entendiendo por esto, aquella amparada en las sensaciones que en nuestro espíritu crean las artes, con su mezcla de goce y saber. Ciertamente, el autor muestra enciclopedismo y vasta capacidad relacional. Esto, junto a una fina percepción del momento –a modo de un flaneur de las ideas– nos entrega un libro asombroso, en el que los fragmentos –a media distancia de Ann Carson (¿cómo sería vivir en una biblioteca de libros derretidos?) y W. Benjamin – son para mí la esencia del libro.
Abro una página al azar y leo:
“¿A qué se dedica Daniel SS en el pueblo? Se ocupa del comercio de las piedras de río. El junta piedras, esforzadamente lleva a pulso las pesadas piedras, una a una, hacia montones. A pleno sol y cuando llueve. Luego, trata de ofrecerlas cuando pasa algún santiaguino en sus grandes camionetas. Esa es su ocupación, un trabajo sin valor.”
Quién lo diría. En pleno siglo XX más bien el XXI, Sísifo aparece, conjurado, a nuestros ojos.
Pero no es Sísifo. Junta piedras y no es Sísifo. Reúne, empuja piedras y no es Sísifo. Y el del río Maipo empuja piedra, pero no es el fundador y rey de Efira, después Corinto. Y aún más. Ciertamente, el libro es mucho más.
[RESEÑA] Tu viaje nunca terminará
DIARIOLAQUINTA.CL
10/06/2024
· La querella de mí mismo, poemario escrito por Fernando Franulic Depix (1978-2024) y publicado por Inti Ediciones en febrero de 2024, es un conjunto de poemas que nacen desde la necesidad de hacerse un lugar en el mundo o, mejor dicho, de ver cómo se trunca esa ansia de libertad por saberse Otro. Así, el autor va revelando destellos de su identidad mediante la crítica hacia el ahogamiento que produce el capitalismo en nuestra sociedad. También, durante la primera sección que compone el poemario, reflexiona en torno a su esencia de hombre homosexual y las dificultades que tiene para él habitar un mundo lleno de estigmas sociales que provienen, principalmente, desde la religión.
A medida que transcurren los poemas, estos van y vienen (como las olas de la mar antofagastina que tanta inspiración le produjo) en torno a diversas temáticas de índole social que Fernando Franulic retrata y deconstruye a través del lenguaje semiótico, en una especie de juego donde se oculta y, al mismo tiempo, trata de rebelarse. Algo así como desnudarse en la oscuridad y dejar que el silencio hable.
“El alma es un manantial que solo se revela en lágrimas”, dijo Unamuno. La verdad no debería doler al momento de decirse, la elección sexual no debería tener miedo de ser dicha. ¿Por qué condenar? ¿Por qué convencer a alguien de querellarse contra sí mismo? ¿Hasta qué punto aprisiona la sociedad neoliberalista? ¿Siempre hay que ser víctima o verdugo? ¿Cómo despojarse de los estereotipos sociales sin sentirse al margen? Todo esto reflexiona Fernando a través de su querella mediante el Dolor, el Vacío que le provoca esa imposibilidad de sentirse libre, de alejarse de las miradas que perpetúan su Alteridad, de quitarse esas cargas que no le permiten volar. De aferrarse al Amor, a su Infancia, a su Familia como las únicas instancias donde se permite Ser y Estar.
En pleno siglo XXI ya no basta con que solo hayan ecos de conciencia social y no hechos. Entre ambas palabras (ecos/hechos) hay una letra muda que difiere. En esa mudez, en ese silencio, ahí está la diferencia que debe ser abrazada y reconocida. Debe ser bañada ante los ojos de la Luna y en presencia de las olas de esa utópica Libertad, para que todos aquellos que se sientan Otros, sientan “La importancia de ser” como tituló Fernando uno de sus poemas.
Si hay algo que tiene la Literatura, es ese carácter eterno. Por ende, la lucha social que plasma el autor en su poesía no se termina aquí. Además, este conflicto no solo es posible verlo desde algunos géneros literarios, sino que también se evidencia más crudamente en el día a día de todas esas personas que combaten por esa búsqueda de tranquilidad al vivir desde la Otredad.
La querella de mí mismo constituye un viaje al interior de Fernando Franulic. Sin embargo, no es del todo íntimo, pues se autoexamina a través del ojo absoluto de la audiencia que, en este caso, corresponde a una sociedad patriarcal y cada vez más neoliberalista. En consecuencia, sus palabras reflejan el desgaste emocional que produce vivir en un mundo así. En un entorno donde son contadas con los dedos de las manos las veces y lugares en los cuales ese Otro puede sentirse cómodo siendo él mismo.
“La jaula vacía”, poema correspondiente a la última sección de la obra, pone de manifiesto ese páramo que lleva en el pecho o, mejor dicho, esa tragicomedia que implica tener una triz en el alma como plasma Fernando. Este poemario es, sin lugar a dudas, un profundo llamado a conectar con la verdad que guarda el corazón. Asimismo, es un gesto que insta a reflexionar sobre las relaciones sociales que forman parte de un mundo cada vez más globalizado. Por último, es una invitación a permanecer en la lucha, a seguir creyendo en el Amor en todas sus formas y por sobre todas las cosas, a no tener miedo de mostrar la desnudez que se lleva dentro.
En síntesis, es preciso decir que su legado vivirá mediante la multidisciplinariedad de creaciones a las cuales se dedicó. Su voz permanecerá intacta a través del signo que tanto conflicto le causó durante ciertas etapas de su vida. Su huella quedará plasmada en todas las personas con las que compartió. Él vivirá en todos aquellos que tengan la dicha de conocerlo mediante este poemario, porque nada realmente termina mientras el recuerdo siga siendo conservado.
En palabras de Fernando: “Reluce tu alma en la lucha/ Tu alma hermosa / Así tu viaje nunca terminará.”
Reseña escrita por Ignacio Andrés Molina Villegas (ignacio.molina.v@usach.cl), 22 años, poeta y estudiante de Pedagogía en Castellano en la Universidad de Santiago de Chile. Amante de la poesía, de la música y del arte en todas sus formas.
Lanzamiento La querella de mí mismo de Fernando Franulic
Lanzamiento
La querella de mí mismo de
Fernando Franulic
En Biblioparque Pablo Neruda de Recoleta
15 de junio de 2024
Por Andrea Franulic Depix
1. Buenas tardes a todas y a todos. En primer lugar, quiero agradecer a los editores, especialmente a Franco y también a Leonel. Les agradezco por el cuidadoso y delicado trabajo que realizan en la confección artesanal de los libros, por el compromiso y la consistencia en todo el proceso de publicación y por la deferencia que han tenido conmigo, respetando el duelo que estoy viviendo, precisamente por la partida de mi hermano, autor del libro que hoy presento.
1.1. Quiero agradecer también a Lucas Reyes, ilustrador de la preciosa portada del poemario, donde cada elemento simbólico que compone la imagen se condice con los significados que guarda el texto, cuyas conexiones las dejo para las múltiples experiencias de lectura que pueda tener, que deseo que tenga.
2. A continuación, presentaré brevemente a mi hermano, al autor, y situaré el escrito en el conjunto de su original obra, que nunca tuvo como medida el canon, ni literario ni academicista. Finalmente me referiré, a modo general, al libro póstumo, ampliando esta última parte con la lectura del epílogo que he escrito para el mismo.
2.1. Fernando estudió teoría social e historia de Chile, para finalmente desembarcar en la literatura. Escribió por el margen de palabras que constituyen la alegría de existir, simples esqueletos de la flora y fauna de su psiquis, en sus propias palabras. Estudió sociología e historia en la Universidad de Chile y en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (París, Francia).
En términos académicos, sus intereses se relacionaron con la historia social de la caridad y de la pobreza en los siglos XVIII y XIX.
2.2. “La querella de mí mismo” es su cuarto libro. “Linde” fue el primero. Este es una colección de cuentos, memorables por sus personajes y sucesos, situados en distintas geografías y épocas. El segundo libro es “Yo, el arcaico. O inscripciones en la piedra” que reúne poemas, cuentos y dos obras dramáticas; entre estas últimas, está “Amor pájaro”, una de mis favoritas, que pone en diálogo a Paolo y Cesario, una pareja homosexual, que tiene una pajarería en Estación Central y rescata a un jote de cabeza colorada que llega herido. El tercer libro reúne ensayos críticos (experimentales, teóricos, filosóficos, historiográficos, entre otros) y se titula “Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina”; entre sus propósitos, está el de que su lectura desate los atávicos complejos que se amparan en el capitalismo avanzado, y que se remontan al Chile colonial.
3. Mi hermano dejó mucha escritura, algunos textos avanzados y otros terminados: dejó novelas, ensayos, poesías, columnas de opinión, etc. “La querella de mí mismo” es un poemario concebido y escrito en 2021, con ediciones en 2022 y en 2023 le agregó la cuarta parte que lo conforma, titulada “Pájaros menores”. Lo enviamos en octubre del año pasado a la convocatoria de Inti Ediciones, que nos gustó por su claridad y porque la encontramos accesible. Estábamos a la espera de los resultados. Pero mi hermano falleció en enero y en febrero Franco me comunicó que había quedado seleccionado. Por lo tanto, nos ha llegado como un regalo de Fernando y -trabajado el libro artesanalmente- como un regalo hecho a mano. Como dice un texto que me envió una amiga: “Abuela, ¿cómo se afronta el dolor? Con las manos, cariño.” Desde que tengo un ejemplar, este me acompaña a diario; disfruto su textura, contemplo la imagen de la portada, y entablo un diálogo infinito con mi hermano, a través de cada una de sus palabras, que se me presentan llenas de revelaciones.
3.1. “La querella de mí mismo” recorre y desarrolla varios tópicos que Fernando aborda y profundiza en el conjunto de su obra: el homoerotismo, la construcción artificial de identidades en las sociedades de consumo, las clasificaciones sociales y científicas en sus vanos intentos de estigmatizar la alteridad, las huellas de los siglos anteriores que configuran el presente, la muerte prematura del padre, la locura, el linaje materno, la potencia alegórica de las aves, la libertad y el placer de habitar los márgenes o lugares fronterizos -reales y simbólicos-, cito: “Y cuando habitar la frontera no sea doloroso / sino sea la dicha de los pícaros / podré decir que llegué a mi reino”. Y los aborda con la riqueza léxica de su lengua materna, con oficio seguro y desbordante e inagotable imaginación, espejeándose a sí mismo en un diálogo interior o con un tú que adopta diferentes rostros o a través de arquetipos e intertextualidades diversas e inusuales.
De acuerdo a mi experiencia de lectura, de esta querella, el autor, el hablante, sale airoso. Su espíritu libre queda intacto. Su felicidad y goce también, por dar algunos ejemplos de versos sueltos de distintos poemas: “Los mares siempre serán azules / En las primaveras / De los libres de corazón”; o “Y algún día / accederé a rendirme / Pero nunca / mis letras”; también, “Reluce tu alma en la lucha / Tu alma hermosa / Así tu viaje nunca terminará”. No sale airoso en el seno de la sociedad, porque a esta la desenmascara sin miramientos, con ironía y desdén incluso. Sale airoso más allá de la jaula societal, sostenido por su fuerza interior y, además, por el estado de ensoñación, que es un estado de epifanía, umbral entre el sueño y la vigilia; por la preservación del alma pueril, que se alimenta del juego, de los recuerdos de la infancia y los parajes del Norte Grande, acantilados sin tregua; y además lo sostiene la persistencia del Amor, como escribe Ignacio Molina en la reseña que hizo del libro, persistencia que se enlaza a la familia y a la genealogía.
3.2. A continuación leeré el epílogo, idea que nació de los editores y que yo recibí con entusiasmo.
En memoria
Un pícaro, un goliardo, mi hermano. “Tus letras van a brillar”, le dije el otro día que me visitó en sueños. Me refería a ese brillo propio de su escritura, ese de “las dos caras de la luna”, ese de “la vereda de la sombra, la vereda del sol”: auténtico, honesto, valiente, que no se contenta con artificios ni tampoco busca contentar. Fernando es un autor que escribe con el alma desnuda, pero no por ello deja de custodiar el misterio de sus palabras, o bien, precisamente por ello mantiene su misterio, el de su alma. Asimismo, remecerá la de quien esté dispuesto o dispuesta a desnudarse con la misma delicadeza, es decir, aquella o aquel que se arriesgue a ser ella misma, él mismo, sin autoengaños. A esa delicadeza me refiero, a esa desnudez.
Un pájaro menor, frágil y libre, mi hermano. Un ave nocturna, de mirada fuerte, penetrante y aguda, que sabe ver en la oscuridad, que conoce sus secretos. Con esa fragilidad, libertad y agudeza, Fernando sostiene su propia querella, que consiste, según mi parecer, en el costo de ser él mismo en un orden social estrecho, limitado, superficial, sin apertura a la alteridad. Es la querella de quien no encaja en lo que han llamado sociedad, pero no por eso deja de amar la vida y de pertenecer al Mundo, al Universo. De quien siente una inadecuación social y en ello radica su gracia, encanto y valentía, pese al dolor que esto pueda causar a veces. De alguien que prefiere “ser sufijo”, de quien esboza una leve sonrisa porque tiene “un triz en el alma”, de quien preserva su imaginación pueril, la timidez de la infancia y “un cúmulo de poesía” que la mar espumosa del norte le ha regalado, así como el desierto que cae y que cabe en una quebrada, indeleble.
El problema sería encajar. El problema sería adecuarse. Con la fuerza de quien sabe mirar en la oscuridad y, al mismo tiempo, reconocer “las lágrimas del sol”, mi hermano es implacable revelando las mentiras y las trampas de una sociedad retorcidamente neoliberal, machista, homofóbica. Conoció de cerca la homofobia y se sobrepuso por su propia luz que, sin querer él, a algunos les hizo sombra, inevitablemente. Así ocurre con quienes “en la verdad de la sonrisa” son, ocurre sin venganza ni revancha, sin dialéctica de lucha ni jueguitos intelectuales vacuos, sin santitos en la corte, “santitos de goma”. Así ocurre con quienes portan en la carne “la tierra fértil”, las “flores coloridas”, la “fauna libre”. Pero, la revelación es implacable y para eso hay que ser muy rebelde. Estamos ante una poesía que es belleza que toma riesgos. Y quien lee también tiene que atravesar estas capas. Mi sugerencia es que lo haga fiándose, porque lo guiará un autor muy grande, pues, como “dicen las sabias”, tiene la certeza de que “lo pequeño es hermoso” y en el camino hallará “lagartijas, coleópteros, gusanillos” que harán del trayecto un viaje placentero.
Fernando es un escritor; escribía por necesidad y goce, también goce estético, esa estética vital que se relaciona con la felicidad de la inspiración y no con la que anda tras el tropo por el tropo, sino que la alegoría, que es más honda que un recurso retórico, llega sola cuando tiene que llegar. Escribía al anochecer, en la madrugada, al amanecer. Prefería esas horas porque escribía en el profundo silencio de las suaves olas que mecen la imaginación, sin prescindir de un cigarrillo y de su café con leche. Conversábamos de la escritura, de la de él y de la mía, sin fusión alguna, respetando sagradamente el infinito de él y el mío. De pequeña le leía mis cuentos, él me lo pedía. Muchos años más tarde, me dijo que fuera profesora de castellano, pues me vio jugar de niña a serlo y él simulaba ser mi alumno. Al parecer yo era mayor, la “hermana mayor”, pero en realidad él venía de mucho antes, de siglos imperecederos, de esos que conocía a la perfección porque le apasionó siempre la historia. Le hice caso y soy profesora.
Y él me hizo caso a mí cuando le dije que probara con la poesía. Mi hermano escribió en distintos registros: narrativa, ensayos teóricos, textos políticos, dramaturgia, siempre con una pluma poética. Este poemario es póstumo, pero no es lo último que escribió, pues viene concebido, escrito y editado desde hace un tiempo atrás. Dejó mucha escritura inédita, pues Fernando escribía a diario. “La querella de mí mismo” tuvo la suerte de caer en buenas y jóvenes manos que tuvieron la generosa idea de pedirme esta nota: “La generosidad se encuentra con la generosidad”, parafraseando a una mística del siglo XIII. La pluma de mi hermano es generosa y mi nota intenta estar a su anchura. No ha sido fácil escribirla porque no me conformo con su partida prematura y repentina. No ha sido fácil y, por lo mismo, es breve. Nace, eso sí, “del Amor sin condiciones”, como él mismo lo proclama en un poema que no está en este libro: “Yo pensé que se trataba del amor sin condiciones”. Quiero que sepas que conociste ese Amor, porque así lo siento y lo sentí siempre por ti. Como tú me permitiste la fortuna de conocer la Hermandad, vivenciarla, encarnarla. No toda hermana y hermano experimenta necesariamente la Hermandad, que es más importante en la vida que la libertad, nos dice la vieja amiga María Zambrano, que tanto te gusta por sus Claros del Bosque. Seguro se refería a esa libertad moderna.
Deseo que este poemario de Fernando abra horizontes nuevos de sentido para quien lo lea, que su lectura sea hecha con placer, las veces que sean necesarias, las veces que cada quien elija, en los más recónditos lugares, en compañía o soledad, y que provoque emociones genuinas. Yo, en esta nota, me hago cargo de mis palabras, de cada una, ante la ausencia-presencia de mi hermano, de su autor. Me gustaría que la lectora o lector lograra percibir ese brillo en cada poema o palabra, ese del que hablo al principio. También es el dulce brillo de tus ojos, de tu mirada, como la última que me regalaste antes de partir, frente a frente estábamos: la mirada, que relata acontecimientos, vívidos en las pupilas, ¿se trataba del acontecimiento de la culminación de la vida? Mi madre cuenta que cuando llegaste a casa recién nacido, yo te miré un buen rato seriamente, sin decir palabra, sin esbozar expresión alguna en mi rostro, a mis dos años y medio de edad. No lo recuerdo. Mi memoria alcanza a saber que nací con un hermano, quien siempre estuvo y estará conmigo. El otro día, una amiga compartía unos versos de una poeta que decían “La bienvenida y la despedida en una sola mirada”… así nada más.
Fernando José Franulic Depix, hijo de María Soledad y Andrés Vicente. Nacido un 20 de enero de 1978 bajo el sol de Acuario en una ciudad costera del desierto de Atacama, en la ciudad-puerto de Antofagasta. Con total admiración y eterno amor, amor eterno, te dedico esta sencilla nota para una de tus grandes obras, comenzando la Era de Acuario, en pleno verano del hemisferio sur, en el año 2024 del calendario gregoriano, a 40 días de tu partida.
Tu hermana Andrea
El Tabito, provincia de San Antonio,
2 de marzo.
laquere
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Lanzamiento
La querella de mí mismo de Fernando Franulic
En Biblioparque Pablo Neruda de Recoleta
15 de junio de 2024
Por Andrea Franulic Depix
- Buenas tardes a todas y a todos. En primer lugar, quiero agradecer a los editores, especialmente a Franco y también a Leonel. Les agradezco por el cuidadoso y delicado trabajo que realizan en la confección artesanal de los libros, por el compromiso y la consistencia en todo el proceso de publicación y por la deferencia que han tenido conmigo, respetando el duelo que estoy viviendo, precisamente por la partida de mi hermano, autor del libro que hoy presento.
1.1. Quiero agradecer también a Lucas Reyes, ilustrador de la preciosa portada del poemario, donde cada elemento simbólico que compone la imagen se condice con los significados que guarda el texto, cuyas conexiones las dejo para las múltiples experiencias de lectura que pueda tener, que deseo que tenga.
- A continuación, presentaré brevemente a mi hermano, al autor, y situaré el escrito en el conjunto de su original obra, que nunca tuvo como medida el canon, ni literario ni academicista. Finalmente me referiré, a modo general, al libro póstumo, ampliando esta última parte con la lectura del epílogo que he escrito para el mismo.
2.1. Fernando estudió teoría social e historia de Chile, para finalmente desembarcar en la literatura. Escribió por el margen de palabras que constituyen la alegría de existir, simples esqueletos de la flora y fauna de su psiquis, en sus propias palabras. Estudió sociología e historia en la Universidad de Chile y en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (París, Francia).
En términos académicos, sus intereses se relacionaron con la historia social de la caridad y de la pobreza en los siglos XVIII y XIX.
2.2. “La querella de mí mismo” es su cuarto libro. “Linde” fue el primero. Este es una colección de cuentos, memorables por sus personajes y sucesos, situados en distintas geografías y épocas. El segundo libro es “Yo, el arcaico. O inscripciones en la piedra” que reúne poemas, cuentos y dos obras dramáticas; entre estas últimas, está “Amor pájaro”, una de mis favoritas, que pone en diálogo a Paolo y Cesario, una pareja homosexual, que tiene una pajarería en Estación Central y rescata a un jote de cabeza colorada que llega herido. El tercer libro reúne ensayos críticos (experimentales, teóricos, filosóficos, historiográficos, entre otros) y se titula “Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina”; entre sus propósitos, está el de que su lectura desate los atávicos complejos que se amparan en el capitalismo avanzado, y que se remontan al Chile colonial.
- Mi hermano dejó mucha escritura, algunos textos avanzados y otros terminados: dejó novelas, ensayos, poesías, columnas de opinión, etc. “La querella de mí mismo” es un poemario concebido y escrito en 2021, con ediciones en 2022 y en 2023 le agregó la cuarta parte que lo conforma, titulada “Pájaros menores”. Lo enviamos en octubre del año pasado a la convocatoria de Inti Ediciones, que nos gustó por su claridad y porque la encontramos accesible. Estábamos a la espera de los resultados. Pero mi hermano falleció en enero y en febrero Franco me comunicó que había quedado seleccionado. Por lo tanto, nos ha llegado como un regalo de Fernando y -trabajado el libro artesanalmente- como un regalo hecho a mano. Como dice un texto que me envió una amiga: “Abuela, ¿cómo se afronta el dolor? Con las manos, cariño.” Desde que tengo un ejemplar, este me acompaña a diario; disfruto su textura, contemplo la imagen de la portada, y entablo un diálogo infinito con mi hermano, a través de cada una de sus palabras, que se me presentan llenas de revelaciones.
3.1. “La querella de mí mismo” recorre y desarrolla varios tópicos que Fernando aborda y profundiza en el conjunto de su obra: el homoerotismo, la construcción artificial de identidades en las sociedades de consumo, las clasificaciones sociales y científicas en sus vanos intentos de estigmatizar la alteridad, las huellas de los siglos anteriores que configuran el presente, la muerte prematura del padre, la locura, el linaje materno, la potencia alegórica de las aves, la libertad y el placer de habitar los márgenes o lugares fronterizos -reales y simbólicos-, cito: “Y cuando habitar la frontera no sea doloroso / sino sea la dicha de los pícaros / podré decir que llegué a mi reino”. Y los aborda con la riqueza léxica de su lengua materna, con oficio seguro y desbordante e inagotable imaginación, espejeándose a sí mismo en un diálogo interior o con un tú que adopta diferentes rostros o a través de arquetipos e intertextualidades diversas e inusuales.
De acuerdo a mi experiencia de lectura, de esta querella, el autor, el hablante, sale airoso. Su espíritu libre queda intacto. Su felicidad y goce también, por dar algunos ejemplos de versos sueltos de distintos poemas: “Los mares siempre serán azules / En las primaveras / De los libres de corazón”; o “Y algún día / accederé a rendirme / Pero nunca / mis letras”; también, “Reluce tu alma en la lucha / Tu alma hermosa / Así tu viaje nunca terminará”. No sale airoso en el seno de la sociedad, porque a esta la desenmascara sin miramientos, con ironía y desdén incluso. Sale airoso más allá de la jaula societal, sostenido por su fuerza interior y, además, por el estado de ensoñación, que es un estado de epifanía, umbral entre el sueño y la vigilia; por la preservación del alma pueril, que se alimenta del juego, de los recuerdos de la infancia y los parajes del Norte Grande, acantilados sin tregua; y además lo sostiene la persistencia del Amor, como escribe Ignacio Molina en la reseña que hizo del libro, persistencia que se enlaza a la familia y a la genealogía.
3.2. A continuación leeré el epílogo, idea que nació de los editores y que yo recibí con entusiasmo.
En memoria
Un pícaro, un goliardo, mi hermano. “Tus letras van a brillar”, le dije el otro día que me visitó en sueños. Me refería a ese brillo propio de su escritura, ese de “las dos caras de la luna”, ese de “la vereda de la sombra, la vereda del sol”: auténtico, honesto, valiente, que no se contenta con artificios ni tampoco busca contentar. Fernando es un autor que escribe con el alma desnuda, pero no por ello deja de custodiar el misterio de sus palabras, o bien, precisamente por ello mantiene su misterio, el de su alma. Asimismo, remecerá la de quien esté dispuesto o dispuesta a desnudarse con la misma delicadeza, es decir, aquella o aquel que se arriesgue a ser ella misma, él mismo, sin autoengaños. A esa delicadeza me refiero, a esa desnudez.
Un pájaro menor, frágil y libre, mi hermano. Un ave nocturna, de mirada fuerte, penetrante y aguda, que sabe ver en la oscuridad, que conoce sus secretos. Con esa fragilidad, libertad y agudeza, Fernando sostiene su propia querella, que consiste, según mi parecer, en el costo de ser él mismo en un orden social estrecho, limitado, superficial, sin apertura a la alteridad. Es la querella de quien no encaja en lo que han llamado sociedad, pero no por eso deja de amar la vida y de pertenecer al Mundo, al Universo. De quien siente una inadecuación social y en ello radica su gracia, encanto y valentía, pese al dolor que esto pueda causar a veces. De alguien que prefiere “ser sufijo”, de quien esboza una leve sonrisa porque tiene “un triz en el alma”, de quien preserva su imaginación pueril, la timidez de la infancia y “un cúmulo de poesía” que la mar espumosa del norte le ha regalado, así como el desierto que cae y que cabe en una quebrada, indeleble.
El problema sería encajar. El problema sería adecuarse. Con la fuerza de quien sabe mirar en la oscuridad y, al mismo tiempo, reconocer “las lágrimas del sol”, mi hermano es implacable revelando las mentiras y las trampas de una sociedad retorcidamente neoliberal, machista, homofóbica. Conoció de cerca la homofobia y se sobrepuso por su propia luz que, sin querer él, a algunos les hizo sombra, inevitablemente. Así ocurre con quienes “en la verdad de la sonrisa” son, ocurre sin venganza ni revancha, sin dialéctica de lucha ni jueguitos intelectuales vacuos, sin santitos en la corte, “santitos de goma”. Así ocurre con quienes portan en la carne “la tierra fértil”, las “flores coloridas”, la “fauna libre”. Pero, la revelación es implacable y para eso hay que ser muy rebelde. Estamos ante una poesía que es belleza que toma riesgos. Y quien lee también tiene que atravesar estas capas. Mi sugerencia es que lo haga fiándose, porque lo guiará un autor muy grande, pues, como “dicen las sabias”, tiene la certeza de que “lo pequeño es hermoso” y en el camino hallará “lagartijas, coleópteros, gusanillos” que harán del trayecto un viaje placentero.
Fernando es un escritor; escribía por necesidad y goce, también goce estético, esa estética vital que se relaciona con la felicidad de la inspiración y no con la que anda tras el tropo por el tropo, sino que la alegoría, que es más honda que un recurso retórico, llega sola cuando tiene que llegar. Escribía al anochecer, en la madrugada, al amanecer. Prefería esas horas porque escribía en el profundo silencio de las suaves olas que mecen la imaginación, sin prescindir de un cigarrillo y de su café con leche. Conversábamos de la escritura, de la de él y de la mía, sin fusión alguna, respetando sagradamente el infinito de él y el mío. De pequeña le leía mis cuentos, él me lo pedía. Muchos años más tarde, me dijo que fuera profesora de castellano, pues me vio jugar de niña a serlo y él simulaba ser mi alumno. Al parecer yo era mayor, la “hermana mayor”, pero en realidad él venía de mucho antes, de siglos imperecederos, de esos que conocía a la perfección porque le apasionó siempre la historia. Le hice caso y soy profesora.
Y él me hizo caso a mí cuando le dije que probara con la poesía. Mi hermano escribió en distintos registros: narrativa, ensayos teóricos, textos políticos, dramaturgia, siempre con una pluma poética. Este poemario es póstumo, pero no es lo último que escribió, pues viene concebido, escrito y editado desde hace un tiempo atrás. Dejó mucha escritura inédita, pues Fernando escribía a diario. “La querella de mí mismo” tuvo la suerte de caer en buenas y jóvenes manos que tuvieron la generosa idea de pedirme esta nota: “La generosidad se encuentra con la generosidad”, parafraseando a una mística del siglo XIII. La pluma de mi hermano es generosa y mi nota intenta estar a su anchura. No ha sido fácil escribirla porque no me conformo con su partida prematura y repentina. No ha sido fácil y, por lo mismo, es breve. Nace, eso sí, “del Amor sin condiciones”, como él mismo lo proclama en un poema que no está en este libro: “Yo pensé que se trataba del amor sin condiciones”. Quiero que sepas que conociste ese Amor, porque así lo siento y lo sentí siempre por ti. Como tú me permitiste la fortuna de conocer la Hermandad, vivenciarla, encarnarla. No toda hermana y hermano experimenta necesariamente la Hermandad, que es más importante en la vida que la libertad, nos dice la vieja amiga María Zambrano, que tanto te gusta por sus Claros del Bosque. Seguro se refería a esa libertad moderna.
Deseo que este poemario de Fernando abra horizontes nuevos de sentido para quien lo lea, que su lectura sea hecha con placer, las veces que sean necesarias, las veces que cada quien elija, en los más recónditos lugares, en compañía o soledad, y que provoque emociones genuinas. Yo, en esta nota, me hago cargo de mis palabras, de cada una, ante la ausencia-presencia de mi hermano, de su autor. Me gustaría que la lectora o lector lograra percibir ese brillo en cada poema o palabra, ese del que hablo al principio. También es el dulce brillo de tus ojos, de tu mirada, como la última que me regalaste antes de partir, frente a frente estábamos: la mirada, que relata acontecimientos, vívidos en las pupilas, ¿se trataba del acontecimiento de la culminación de la vida? Mi madre cuenta que cuando llegaste a casa recién nacido, yo te miré un buen rato seriamente, sin decir palabra, sin esbozar expresión alguna en mi rostro, a mis dos años y medio de edad. No lo recuerdo. Mi memoria alcanza a saber que nací con un hermano, quien siempre estuvo y estará conmigo. El otro día, una amiga compartía unos versos de una poeta que decían “La bienvenida y la despedida en una sola mirada”… así nada más.
Fernando José Franulic Depix, hijo de María Soledad y Andrés Vicente. Nacido un 20 de enero de 1978 bajo el sol de Acuario en una ciudad costera del desierto de Atacama, en la ciudad-puerto de Antofagasta. Con total admiración y eterno amor, amor eterno, te dedico esta sencilla nota para una de tus grandes obras, comenzando la Era de Acuario, en pleno verano del hemisferio sur, en el año 2024 del calendario gregoriano, a 40 días de tu partida.
Tu hermana Andrea
El Tabito, provincia de San Antonio,
2 de marzo.
[RESEÑA] Tu viaje nunca terminará
diariolaquinta.cl
· La querella de mí mismo, poemario escrito por Fernando Franulic Depix (1978-2024) y publicado por Inti Ediciones en febrero de 2024, es un conjunto de poemas que nacen desde la necesidad de hacerse un lugar en el mundo o, mejor dicho, de ver cómo se trunca esa ansia de libertad por saberse Otro. Así, el autor va revelando destellos de su identidad mediante la crítica hacia el ahogamiento que produce el capitalismo en nuestra sociedad. También, durante la primera sección que compone el poemario, reflexiona en torno a su esencia de hombre homosexual y las dificultades que tiene para él habitar un mundo lleno de estigmas sociales que provienen, principalmente, desde la religión. 
A medida que transcurren los poemas, estos van y vienen (como las olas de la mar antofagastina que tanta inspiración le produjo) en torno a diversas temáticas de índole social que Fernando Franulic retrata y deconstruye a través del lenguaje semiótico, en una especie de juego donde se oculta y, al mismo tiempo, trata de rebelarse. Algo así como desnudarse en la oscuridad y dejar que el silencio hable.
“El alma es un manantial que solo se revela en lágrimas”, dijo Unamuno. La verdad no debería doler al momento de decirse, la elección sexual no debería tener miedo de ser dicha. ¿Por qué condenar? ¿Por qué convencer a alguien de querellarse contra sí mismo? ¿Hasta qué punto aprisiona la sociedad neoliberalista? ¿Siempre hay que ser víctima o verdugo? ¿Cómo despojarse de los estereotipos sociales sin sentirse al margen? Todo esto reflexiona Fernando a través de su querella mediante el Dolor, el Vacío que le provoca esa imposibilidad de sentirse libre, de alejarse de las miradas que perpetúan su Alteridad, de quitarse esas cargas que no le permiten volar. De aferrarse al Amor, a su Infancia, a su Familia como las únicas instancias donde se permite Ser y Estar.
En pleno siglo XXI ya no basta con que solo hayan ecos de conciencia social y no hechos. Entre ambas palabras (ecos/hechos) hay una letra muda que difiere. En esa mudez, en ese silencio, ahí está la diferencia que debe ser abrazada y reconocida. Debe ser bañada ante los ojos de la Luna y en presencia de las olas de esa utópica Libertad, para que todos aquellos que se sientan Otros, sientan “La importancia de ser” como tituló Fernando uno de sus poemas.
Si hay algo que tiene la Literatura, es ese carácter eterno. Por ende, la lucha social que plasma el autor en su poesía no se termina aquí. Además, este conflicto no solo es posible verlo desde algunos géneros literarios, sino que también se evidencia más crudamente en el día a día de todas esas personas que combaten por esa búsqueda de tranquilidad al vivir desde la Otredad.
La querella de mí mismo constituye un viaje al interior de Fernando Franulic. Sin embargo, no es del todo íntimo, pues se autoexamina a través del ojo absoluto de la audiencia que, en este caso, corresponde a una sociedad patriarcal y cada vez más neoliberalista. En consecuencia, sus palabras reflejan el desgaste emocional que produce vivir en un mundo así. En un entorno donde son contadas con los dedos de las manos las veces y lugares en los cuales ese Otro puede sentirse cómodo siendo él mismo.
“La jaula vacía”, poema correspondiente a la última sección de la obra, pone de manifiesto ese páramo que lleva en el pecho o, mejor dicho, esa tragicomedia que implica tener una triz en el alma como plasma Fernando. Este poemario es, sin lugar a dudas, un profundo llamado a conectar con la verdad que guarda el corazón. Asimismo, es un gesto que insta a reflexionar sobre las relaciones sociales que forman parte de un mundo cada vez más globalizado. Por último, es una invitación a permanecer en la lucha, a seguir creyendo en el Amor en todas sus formas y por sobre todas las cosas, a no tener miedo de mostrar la desnudez que se lleva dentro.
En síntesis, es preciso decir que su legado vivirá mediante la multidisciplinariedad de creaciones a las cuales se dedicó. Su voz permanecerá intacta a través del signo que tanto conflicto le causó durante ciertas etapas de su vida. Su huella quedará plasmada en todas las personas con las que compartió. Él vivirá en todos aquellos que tengan la dicha de conocerlo mediante este poemario, porque nada realmente termina mientras el recuerdo siga siendo conservado.
En palabras de Fernando: “Reluce tu alma en la lucha/ Tu alma hermosa / Así tu viaje nunca terminará.”
Reseña escrita por Ignacio Andrés Molina Villegas (ignacio.molina.v@usach.cl), 22 años, poeta y estudiante de Pedagogía en Castellano en la Universidad de Santiago de Chile. Amante de la poesía, de la música y del arte en todas sus forma
[RESEÑA] Tu viaje nunca terminará
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· La querella de mí mismo, poemario escrito por Fernando Franulic Depix (1978-2024) y publicado por Inti Ediciones en febrero de 2024, es un conjunto de poemas que nacen desde la necesidad de hacerse un lugar en el mundo o, mejor dicho, de ver cómo se trunca esa ansia de libertad por saberse Otro. Así, el autor va revelando destellos de su identidad mediante la crítica hacia el ahogamiento que produce el capitalismo en nuestra sociedad. También, durante la primera sección que compone el poemario, reflexiona en torno a su esencia de hombre homosexual y las dificultades que tiene para él habitar un mundo lleno de estigmas sociales que provienen, principalmente, desde la religión. 
A medida que transcurren los poemas, estos van y vienen (como las olas de la mar antofagastina que tanta inspiración le produjo) en torno a diversas temáticas de índole social que Fernando Franulic retrata y deconstruye a través del lenguaje semiótico, en una especie de juego donde se oculta y, al mismo tiempo, trata de rebelarse. Algo así como desnudarse en la oscuridad y dejar que el silencio hable.
“El alma es un manantial que solo se revela en lágrimas”, dijo Unamuno. La verdad no debería doler al momento de decirse, la elección sexual no debería tener miedo de ser dicha. ¿Por qué condenar? ¿Por qué convencer a alguien de querellarse contra sí mismo? ¿Hasta qué punto aprisiona la sociedad neoliberalista? ¿Siempre hay que ser víctima o verdugo? ¿Cómo despojarse de los estereotipos sociales sin sentirse al margen? Todo esto reflexiona Fernando a través de su querella mediante el Dolor, el Vacío que le provoca esa imposibilidad de sentirse libre, de alejarse de las miradas que perpetúan su Alteridad, de quitarse esas cargas que no le permiten volar. De aferrarse al Amor, a su Infancia, a su Familia como las únicas instancias donde se permite Ser y Estar.
En pleno siglo XXI ya no basta con que solo hayan ecos de conciencia social y no hechos. Entre ambas palabras (ecos/hechos) hay una letra muda que difiere. En esa mudez, en ese silencio, ahí está la diferencia que debe ser abrazada y reconocida. Debe ser bañada ante los ojos de la Luna y en presencia de las olas de esa utópica Libertad, para que todos aquellos que se sientan Otros, sientan “La importancia de ser” como tituló Fernando uno de sus poemas.
Si hay algo que tiene la Literatura, es ese carácter eterno. Por ende, la lucha social que plasma el autor en su poesía no se termina aquí. Además, este conflicto no solo es posible verlo desde algunos géneros literarios, sino que también se evidencia más crudamente en el día a día de todas esas personas que combaten por esa búsqueda de tranquilidad al vivir desde la Otredad.
La querella de mí mismo constituye un viaje al interior de Fernando Franulic. Sin embargo, no es del todo íntimo, pues se autoexamina a través del ojo absoluto de la audiencia que, en este caso, corresponde a una sociedad patriarcal y cada vez más neoliberalista. En consecuencia, sus palabras reflejan el desgaste emocional que produce vivir en un mundo así. En un entorno donde son contadas con los dedos de las manos las veces y lugares en los cuales ese Otro puede sentirse cómodo siendo él mismo.
“La jaula vacía”, poema correspondiente a la última sección de la obra, pone de manifiesto ese páramo que lleva en el pecho o, mejor dicho, esa tragicomedia que implica tener una triz en el alma como plasma Fernando. Este poemario es, sin lugar a dudas, un profundo llamado a conectar con la verdad que guarda el corazón. Asimismo, es un gesto que insta a reflexionar sobre las relaciones sociales que forman parte de un mundo cada vez más globalizado. Por último, es una invitación a permanecer en la lucha, a seguir creyendo en el Amor en todas sus formas y por sobre todas las cosas, a no tener miedo de mostrar la desnudez que se lleva dentro.
En síntesis, es preciso decir que su legado vivirá mediante la multidisciplinariedad de creaciones a las cuales se dedicó. Su voz permanecerá intacta a través del signo que tanto conflicto le causó durante ciertas etapas de su vida. Su huella quedará plasmada en todas las personas con las que compartió. Él vivirá en todos aquellos que tengan la dicha de conocerlo mediante este poemario, porque nada realmente termina mientras el recuerdo siga siendo conservado.
En palabras de Fernando: “Reluce tu alma en la lucha/ Tu alma hermosa / Así tu viaje nunca terminará.”
Reseña escrita por Ignacio Andrés Molina Villegas (ignacio.molina.v@usach.cl), 22 años, poeta y estudiante de Pedagogía en Castellano en la Universidad de Santiago de Chile. Amante de la poesía, de la música y del arte en todas sus formas
El giro semio-estético
La ciudad sin ciudad: sobre la explotación arquitectónica
diariolaquinta.cl
03/10/2023
Como habitante de Santiago, este artículo podría ser considerado de un modo centralista porque se sitúa en la capital, sin embargo, en cuanto a edificios históricos, Valparaíso viene a constituir el horizonte deseado respecto a la belleza urbana, a la arquitectura académica, a la cantidad de casas y de casonas (también palacetes) que representan la sociedad burguesa que existió en Chile, debido a la era del salitre –e incluso se pueden encontrar inmuebles más antiguos. No obstante, tanto en Valparaíso como en Santiago, las construcciones del siglo XIX (y principios del siglo XX) se caen a pedazos: caen los trozos de una historia, de un patrimonio, de una memoria. Y en los espacios que deja este resquebrajamiento social y arquitectónico, la autoridad no realiza las gestiones patrimoniales, además, permite que las inmobiliarias sostengan su boom para fabricar unos edificios de departamentos, en los cuales se vive en la falsedad neoliberal, ya que conforman unas maneras de vivir determinadas desde arriba –por la preeminencia del financiamiento bancario, por la publicidad sobre un estilo de vida, por el consumo de edificios con áreas comunes y con piscina, entre otros factores: son artificiales experiencias de existir.
Las autoridades metropolitanas de Santiago han puesto en marcha el llamado plan de recuperación del eje Alameda, avenida principal que sufrió daños por el mal llamado “estallido social”. Básicamente, se trata del arreglo de fachadas y de la pintura de estas, las que están colmadas de grafitis. Pero este plan no incluye la recuperación de dos expresiones históricas que se han dejado desnudas y desprotegidas –la casa pequeñoburguesa y el palacio de la alta burguesía–, entonces, la combinación entre la política de las empresas inmobiliarias y la obsolescencia de los materiales constructivos, podrá tener un trayecto bastante anhelado: presto para ingresar en la máquina de un boom sin carácter estético ni identidad histórica.
Se trata de la explotación de la arquitectura, bajo las directrices de los grandes capitales inmobiliarios. Cuando ya no quede rastro de la ciudad anterior a esta, se habitará una ciudad sin ciudad, vale decir, sin memoria, porque la memoria colectiva necesita también de la materia para imaginar la vida del pasado. Según Gaston Bachelard, en la infancia se tienen experiencias con los elementos que se hallan alrededor del niño y de la niña: este juego permite que en la etapa adulta se posea un imaginario, que se movilicen las imágenes (visuales y literarias), que no se pierda la capacidad de poetizar[1]. Así mismo ocurre con el patrimonio: verlo y tocarlo posibilita el imaginario sobre aquellas formas de vida ancladas en el tiempo histórico.
Si planteo una estratificación social (muy simple) para diferenciar la sociedad burguesa de la ciudad de Santiago, en términos de la habitabilidad según la pertenencia socioeconómica:
1.- Los proletarios y las proletarias, también los pobres y las pobres, vivían, en un primer momento, en rancheríos precarios que, principalmente, se aglutinaban en La Chimba (en el norte de Santiago, cruzando el río Mapocho) y, luego, en los famosos conventillos, lugares insalubres y de alto hacinamiento, que constituían una salida habitacional de materiales durables –poco y nada sobrevivió a esta forma de vida de las capas bajas, algunos cités perduraron en el tiempo, pero estos no conformaban los conventillos que sucumbieron a la policía sanitaria y a las políticas del asistencialismo.
2.- En el segmento pequeñoburgués la forma de habitar se concentraba en la casa de fachada continua. Eran casas muy amplias o, mejor dicho, muy largas hacia el fondo. Una familia pequeñoburguesa podía vivir cómodamente en ella: grupos sociales que a causa de su participación en el capital comercial tuvieron el acceso a lo que llamo la mercancía pequeñoburguesa, es decir, objetos modernos que, por cierto, eran objetos primorosos, no eran mercancías estandarizadas porque integraban el diseño de arte en su faceta externa[2].
3.- El palacio y el palacete eran los modos de vida de la alta burguesía, se trataba de imponentes espacios lujosos, en donde habitaba la familia y la servidumbre. Se trataba de palacios diseñados por arquitectos chilenos formados en Europa o por arquitectos europeos, los que se guiaban por una arquitectura académica que concebía unas ideas siempre disímiles, con el afán de que los palacetes fueran obras únicas. Eran lugares de conspicua manera de existir socialmente, cada vez más alejadas, estas capas altas, del resto de la sociedad. Ahora bien, una sociedad burguesa implicó el auge del capitalismo periférico, el cual traspasó los intercambios sociales, y aquel capitalismo se basaba en la riqueza minera del norte del país.
La labor del arquitecto en la sociedad burguesa era discriminatoria. Eran tiempos pretéritos, otras lógicas, sensibilidades ásperas y castigadoras, pero no por ello se puede efectuar la negación de ese pasado histórico: el patrimonio es un derecho de la población y es una obligación del Estado. No obstante, la ciudad sin ciudad pareciese que está ad-portas. En cualquier caso, la arquitectura no es solo un espacio construido, sino que es también un conjunto de signos en el proyecto arquitectónico y es la capacidad constructiva lo que pone en obra un “hábitat”, sin embargo, dicho hábitat se transforma en un lugar social cuando es habitado: doble movimiento de la construcción y de la lugarización, del signo encarnado en materia y sentido. ¿Por qué las autoridades pasan por alto el hecho de que una verdadera ciudad debe tener estética y poética, vale decir, una belleza auténtica?
[1] Gaston Bachelard, El agua y los sueños. Ensayo sobre la imaginación de la materia (1942).
[2] Fernando Franulic, “Las escisiones de la mercancía: sobre el signo objetual en el Chile contemporáneo”, Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina (2022).
Adiós al tercer patio
Prolegómenos al pensamiento europeo
La parte bendita
El giro semio-estético
Tár y su sinfonía: Breves notas sobre el filme de Todd Field
diariolaquinta.cl
Todd Field nos entrega un film que los medios de comunicación masivos han caracterizado como un “drama psicológico”, no obstante, dicha categorización de TÁR (Estados Unidos, Alemania, 2022) es bastante diminutiva para una película de una alta complejidad temática y estética (también, por cierto, de perfiles psicológicos), en este sentido, yo diría que es un filme de “drama musicológico”, en el entendido de que la musicología es un saber de amplio alcance: no solo de música se trata, también de historia, de sociología, de antropología, de psicología social. La musicología en este caso es el estudio (esbozo, silueta, figura) de una mujer dedicada a la música: de sus intercambios sociales, de sus éxitos profesionales, de su percepción del mundo, de sus oficios como música (pianista, directora, compositora, además, doctora en musicología) y de sus amores lésbicos.
Lydia Tár antes del deterioro de su mundo social y la caída al abismo de lo desacreditado, a un nivel de la muerte social, estaba concluyendo el trabajo de dirigir las sinfonías de Gustav Mahler, labor que era grabada en vivo para un sello discográfico: faltaba la Sinfonía N° 5, la pandemia viral impidió que aquella tarea fuese terminada a tiempo. El tiempo era, según Tár, lo que ella manejaba cuando dirigía. Y ese tiempo, a la vez, lo compartía con una obra que estaba componiendo y una relación amorosa con la concertina de la orquesta filarmónica de Berlín, donde era directora titular. El tiempo en una sinfonía es llamado movimiento, generalmente estos movimientos poseen un nombre: aquí van, entonces, estas notas que se articulan según los movimientos de la Quinta Sinfonía de Mahler.
1.- Marcha fúnebre. En un paso medido. Severo.
Partir de cero: aquella es la severa opción de Tár frente a la debacle de sus intercambios sociales. Viajar a un entorno exótico, a países extraños, donde desarrollar su arte musical en libertad, sin tanto miramiento con relación a su maestría. Termina siendo la directora de una orquesta infantil, bañándose en una magnífica cascada, buscando almas simples y francas. Al final de la película, lo severo de sí misma y de sus relaciones personales en Alemania y en Estados Unidos deberían dar paso a la ternura: y ello se visualiza en la dirección orquestal con los niños y las niñas. Un juego que a ella no le molesta, un simple juego donde ella puede dirigir con desahogo y con gusto.
2.- Tormentoso movido. Con la mayor vehemencia.
Tár mantiene un pensamiento bastante convencional sobre los compositores. Ella separa persona y personaje. Entre sus estudiantes y sus estudiantas que adscriben a las nuevas identidades sexuales, ella no tiene problema de recoger la tradición de la historia de la música: en esta casi únicamente los compositores son hombres. También, la mayoría de los directores son hombres. Con su pareja hablan de Alma Mahler, la esposa del sinfonista, quien no pudo componer, pese a tener dotes creativos. Para Tár estas historias constituyen anécdotas, como asimismo lleva adelante sus amores. Sus relaciones amatorias se guían por una mezcla entre el capricho y la razón instrumental. No son amores, son sus favoritas: así, una violoncelista rusa configura la favorita del momento. En estas relaciones, ella mantiene el poder: el poder de la elección (como favoritas, le deben favores musicales) y el poder de la maestría (como favoritas, tienen el derecho de aprender de Tár). Todo este ir y venir de favoritismo, llevará el destino de Tár hacia el trastorno.
3.- Scherzo. Fuerte, no demasiado rápido.
¿Existe una relación directa entre el comportamiento de Tár y el suicidio de la joven becaria? Si esta relación existió, tal como lo afirman la prensa, los estudiantes y las estudiantas, además, del grupo de abogados y de abogadas que la acusa ante la justicia, Lydia Tár pierde sus caracteres musicológicos para transformarse en una mujer que abusa de su poder para seducir y manipular a las jóvenes estudiantes que se sienten fieramente atraídas por ella.
4.- Adagietto. Muy despacio.
Ruidos y más ruidos. Ruidos muy suaves. ¿De dónde provienen? ¿Quién los causa? Es la psiquis de Tár que incide en una somatización. Tár, en la cima de su fama y de su saber, comienza un proceso de despersonalización: no todo lo puede controlar, no todo lo calman las pastillas, no todo es tan perfecto, no todo es tan marcado como un metrónomo. Entonces, vienen los ruidos de otra parte y esa parte son sus propios fantasmas, el fantasma de lo pulcro.
5.- Rondo-Finale. Allegro-Allegro giocoso. Fresco.
Erwing Goffman señala en variados textos el proceso de desacreditación de un individuo o de una individua: es el estigma. Lydia Tár vivía en la exactitud del metrónomo, mas no fue capaz de percibir las relaciones adversas que se articulaban en torno a ella, relaciones que ella misma ayudó a configurar y fomentó con su rigorismo. Así, dicho rigorismo era una pesada carga: en lo psíquico y en lo social. Al final de un ensayo, la orquesta toca el último movimiento: ella reprime sus lágrimas; ¿eso no es acaso conocer la belleza?
