Reseña de Alexis Figueroa Aracena 

Escritor chileno (1956) Poeta, guionista y productor cultural. Concepción, mayo, 2023 

  

  

Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina. Ensayos críticos, de Fernando Franulic Depix, es un libro con un título demasiado largo y que aun así no le hace justicia a su contenido. Acaso el intento fuese titular  con sentido de estandarte o de faro crítico, que brinde a su posible lector la clara noción de su contenido, mas aunque se defina su género con el rótulo ensayo, indicando su peculiar carácter en tanto producto textual, y aún se lo apostille con la crítica como especificidad, desde mi lectura es un libro que expresa su riqueza en las zonas en que se distancia de la caja de herramientas de factura europea que el autor maneja, para adentrase en un retórica de la interpretación. Adosada a motivos de carácter vernáculo, que tiene a la sociología, la intuición artística y la crónica historiográfica como sus puntales de acceso. El titulo mismo, tan sobre calificado, no hace justicia, repito, a entradas tales como “El pejesapo: sobre los márgenes estigmáticos que (no) se ven”, “Es un hombre rústico, un gañán de tercera categoría (…) A propósito de El Chacal de Nahueltoro” o “Cuando aún creían en la aritmética: un simulacro del poderoso en América Latina”. Preferiría entonces, para dar constancia del libro y su aprecio, definirlo como un “cuaderno de materiales” para develar su carácter tanto de herramienta y de base para el pensamiento y conocimiento posibles, en términos interpretativos, de la “relaciones de poder y las luchas que se comprometan alrededor de ellas”, para usar las palabras de un filósofo contemporáneo que estimo le es caro al autor. Como sea, los textos –el libro reúne una multitud de textos breves que el autor ha publicado en diversos soportes a lo largo de variados años–, se pueden definir como ensayos. Y son ensayos los que modelan el resultado de su indagación. Esto construye un discurso con la virtud de artefacto textual, que porta en la enunciación un carácter literario, una voluntad de estilo en la forma de “poetización del saber”, un cauce expresivo más intenso y dinámico, debido a la autorreflexión constante, tanto en relación con el pensamiento establecido como en relación con la expresividad retórica y la comunicación. Un texto apropiado a una crítica de campo expandido, interesada en interrelacionar, vincular, dar un panorama amplio y acaso con vislumbres multidisciplinarios en torno al objeto, operando tanto desde la construcción cultural del sentido (esto es, el análisis cultural como mezcla de territorio, interpretación y subjetividad), como desde la escritura de autor. Conozco a Franulic desde un libro anterior, de relatos, definidos desde el centro convencional de lo literario. Linde, es un libro publicado por Del Aire Editores, en el 2015, un libro compuesto por  distintas secciones –“cuentos” diríamos si buscásemos un molde oficial– que por medio de la fantasía en alianza de elementos historiográficos, nos presentan creaciones sui generis, tras las cuales respira el anhelo de dar cuenta y razón de ciertos momentos de la sociedad. Sin embargo, no se trata de “cuentos de tesis” al modo de las “novelas de tesis” de raigambre decimonónica, sino más bien del espíritu de indagación de un novelista –o cuentista– adentrado en el siglo XX y su misma disolución. Pero volvamos al libro que hoy comentamos. Ambos libros, a pesar de su distancia genérica, indagan en torno al poder. Mas no el poder manifestado como acción de los poderosos, sino en cómo este mismo satura todas las capas de la naturaleza y cultura, al modo de una atmósfera o elan impalpable, que no es visto sino en la medida en que lo sufrimos –esto es poder encarnado– y bien lo representamos con los atributos del arte, en esta caso la literatura: lo que dice Franulic ya lo han dicho posiblemente libros de texto, escritos políticos, análisis de estudiosos, manuales de concientización y revelación de verdades, etc., muchos de ellos imbuidos del espíritu de la pesadez… más acá, en su libro, hay juego, alegría y gusto por el buen decir. Una estética del buen decir, entendiendo por esto, aquella amparada en las sensaciones que en nuestro espíritu crean las artes, con su mezcla de goce y saber. Ciertamente, el autor muestra enciclopedismo y vasta capacidad relacional. Esto, junto a una fina percepción del momento –a modo de un flaneur de las ideas– nos entrega un libro asombroso, en el que los fragmentos –a media distancia de Ann Carson (¿cómo sería vivir en una biblioteca de libros derretidos?) y W. Benjamin – son para mí la esencia del libro. 

Abro una página al azar y leo: 
“¿A qué se dedica Daniel SS en el pueblo? Se ocupa del  comercio de las piedras de río. El junta piedras, esforzadamente lleva a pulso las pesadas piedras, una a una, hacia montones. A pleno sol y cuando llueve. Luego, trata de ofrecerlas cuando pasa algún santiaguino en sus grandes camionetas. Esa es su ocupación, un trabajo sin valor.” 

Quién lo diría. En pleno siglo XX más bien el XXI, Sísifo aparece, conjurado, a nuestros ojos. 
Pero no es Sísifo. Junta piedras y no es Sísifo. Reúne, empuja piedras y no es Sísifo. Y el del río Maipo empuja piedra, pero no es el fundador y rey de Efira, después Corinto. Y aún más. Ciertamente, el libro es mucho más.