La querella de mi mismo

La querella de mi mismo

 
 

Lanzamiento

La querella de mí mismo de Fernando Franulic

En Biblioparque Pablo Neruda de Recoleta

15 de junio de 2024

 

Por Andrea Franulic Depix

 

 

  1. Buenas tardes a todas y a todos. En primer lugar, quiero agradecer a los editores, especialmente a Franco y también a Leonel. Les agradezco por el cuidadoso y delicado trabajo que realizan en la confección artesanal de los libros, por el compromiso y la consistencia en todo el proceso de publicación y por la deferencia que han tenido conmigo, respetando el duelo que estoy viviendo, precisamente por la partida de mi hermano, autor del libro que hoy presento.

 

1.1. Quiero agradecer también a Lucas Reyes, ilustrador de la preciosa portada del poemario, donde cada elemento simbólico que compone la imagen se condice con los significados que guarda el texto, cuyas conexiones las dejo para las múltiples experiencias de lectura que pueda tener, que deseo que tenga.

 

 

  1. A continuación, presentaré brevemente a mi hermano, al autor, y situaré el escrito en el conjunto de su original obra, que nunca tuvo como medida el canon, ni literario ni academicista. Finalmente me referiré, a modo general, al libro póstumo, ampliando esta última parte con la lectura del epílogo que he escrito para el mismo.

 

2.1. Fernando estudió teoría social e historia de Chile, para finalmente desembarcar en la literatura. Escribió por el margen de palabras que constituyen la alegría de existir, simples esqueletos de la flora y fauna de su psiquis, en sus propias palabras. Estudió sociología e historia en la Universidad de Chile y en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (París, Francia).

En términos académicos, sus intereses se relacionaron con la historia social de la caridad y de la pobreza en los siglos XVIII y XIX.

 

2.2. “La querella de mí mismo” es su cuarto libro. “Linde” fue el primero. Este es una colección de cuentos, memorables por sus personajes y sucesos, situados en distintas geografías y épocas. El segundo libro es “Yo, el arcaico. O inscripciones en la piedra” que reúne poemas, cuentos y dos obras dramáticas; entre estas últimas, está “Amor pájaro”, una de mis favoritas, que pone en diálogo a Paolo y Cesario, una pareja homosexual, que tiene una pajarería en Estación Central y rescata a un jote de cabeza colorada que llega herido. El tercer libro reúne ensayos críticos (experimentales, teóricos, filosóficos, historiográficos, entre otros) y se titula “Entre el espesor histórico, la liberalización de la mirada masculina”; entre sus propósitos, está el de que su lectura desate los atávicos complejos que se amparan en el capitalismo avanzado, y que se remontan al Chile colonial.

 

 

  1. Mi hermano dejó mucha escritura, algunos textos avanzados y otros terminados: dejó novelas, ensayos, poesías, columnas de opinión, etc. “La querella de mí mismo” es un poemario concebido y escrito en 2021, con ediciones en 2022 y en 2023 le agregó la cuarta parte que lo conforma, titulada “Pájaros menores”. Lo enviamos en octubre del año pasado a la convocatoria de Inti Ediciones, que nos gustó por su claridad y porque la encontramos accesible. Estábamos a la espera de los resultados. Pero mi hermano falleció en enero y en febrero Franco me comunicó que había quedado seleccionado. Por lo tanto, nos ha llegado como un regalo de Fernando y -trabajado el libro artesanalmente- como un regalo hecho a mano. Como dice un texto que me envió una amiga: “Abuela, ¿cómo se afronta el dolor? Con las manos, cariño.” Desde que tengo un ejemplar, este me acompaña a diario; disfruto su textura, contemplo la imagen de la portada, y entablo un diálogo infinito con mi hermano, a través de cada una de sus palabras, que se me presentan llenas de revelaciones.

 

3.1. “La querella de mí mismo” recorre y desarrolla varios tópicos que Fernando aborda y profundiza en el conjunto de su obra: el homoerotismo, la construcción artificial de identidades en las sociedades de consumo, las clasificaciones sociales y científicas en sus vanos intentos de estigmatizar la alteridad, las huellas de los siglos anteriores que configuran el presente, la muerte prematura del padre, la locura, el linaje materno, la potencia alegórica de las aves, la libertad y el placer de habitar los márgenes o lugares fronterizos -reales y simbólicos-, cito: “Y cuando habitar la frontera no sea doloroso / sino sea la dicha de los pícaros / podré decir que llegué a mi reino”. Y los aborda con la riqueza léxica de su lengua materna, con oficio seguro y desbordante e inagotable imaginación, espejeándose a sí mismo en un diálogo interior o con un tú que adopta diferentes rostros o a través de arquetipos e intertextualidades diversas e inusuales.

 

De acuerdo a mi experiencia de lectura, de esta querella, el autor, el hablante, sale airoso. Su espíritu libre queda intacto. Su felicidad y goce también, por dar algunos ejemplos de versos sueltos de distintos poemas: “Los mares siempre serán azules / En las primaveras / De los libres de corazón”; o “Y algún día / accederé a rendirme / Pero nunca / mis letras”; también, “Reluce tu alma en la lucha / Tu alma hermosa / Así tu viaje nunca terminará”. No sale airoso en el seno de la sociedad, porque a esta la desenmascara sin miramientos, con ironía y desdén incluso. Sale airoso más allá de la jaula societal, sostenido por su fuerza interior y, además, por el estado de ensoñación, que es un estado de epifanía, umbral entre el sueño y la vigilia; por la preservación del alma pueril, que se alimenta del juego, de los recuerdos de la infancia y los parajes del Norte Grande, acantilados sin tregua; y además lo sostiene la persistencia del Amor, como escribe Ignacio Molina en la reseña que hizo del libro, persistencia que se enlaza a la familia y a la genealogía.

 

3.2. A continuación leeré el epílogo, idea que nació de los editores y que yo recibí con entusiasmo.

 

 

En memoria


Un pícaro, un goliardo, mi hermano. “Tus letras van a brillar”, le dije el otro día que me visitó en sueños. Me refería a ese brillo propio de su escritura, ese de “las dos caras de la luna”, ese de “la vereda de la sombra, la vereda del sol”: auténtico, honesto, valiente, que no se contenta con artificios ni tampoco busca contentar. Fernando es un autor que escribe con el alma desnuda, pero no por ello deja de custodiar el misterio de sus palabras, o bien, precisamente por ello mantiene su misterio, el de su alma. Asimismo, remecerá la de quien esté dispuesto o dispuesta a desnudarse con la misma delicadeza, es decir, aquella o aquel que se arriesgue a ser ella misma, él mismo, sin autoengaños. A esa delicadeza me refiero, a esa desnudez.

 

Un pájaro menor, frágil y libre, mi hermano. Un ave nocturna, de mirada fuerte, penetrante y aguda, que sabe ver en la oscuridad, que conoce sus secretos. Con esa fragilidad, libertad y agudeza, Fernando sostiene su propia querella, que consiste, según mi parecer, en el costo de ser él mismo en un orden social estrecho, limitado, superficial, sin apertura a la alteridad. Es la querella de quien no encaja en lo que han llamado sociedad, pero no por eso deja de amar la vida y de pertenecer al Mundo, al Universo. De quien siente una inadecuación social y en ello radica su gracia, encanto y valentía, pese al dolor que esto pueda causar a veces. De alguien que prefiere “ser sufijo”, de quien esboza una leve sonrisa porque tiene “un triz en el alma”, de quien preserva su imaginación pueril, la timidez de la infancia y “un cúmulo de poesía” que la mar espumosa del norte le ha regalado, así como el desierto que cae y que cabe en una quebrada, indeleble.

 

El problema sería encajar. El problema sería adecuarse. Con la fuerza de quien sabe mirar en la oscuridad y, al mismo tiempo, reconocer “las lágrimas del sol”, mi hermano es implacable revelando las mentiras y las trampas de una sociedad retorcidamente neoliberal, machista, homofóbica. Conoció de cerca la homofobia y se sobrepuso por su propia luz que, sin querer él, a algunos les hizo sombra, inevitablemente. Así ocurre con quienes “en la verdad de la sonrisa” son, ocurre sin venganza ni revancha, sin dialéctica de lucha ni jueguitos intelectuales vacuos, sin santitos en la corte, “santitos de goma”. Así ocurre con quienes portan en la carne “la tierra fértil”, las “flores coloridas”, la “fauna libre”. Pero, la revelación es implacable y para eso hay que ser muy rebelde. Estamos ante una poesía que es belleza que toma riesgos. Y quien lee también tiene que atravesar estas capas. Mi sugerencia es que lo haga fiándose, porque lo guiará un autor muy grande, pues, como “dicen las sabias”, tiene la certeza de que “lo pequeño es hermoso” y en el camino hallará “lagartijas, coleópteros, gusanillos” que harán del trayecto un viaje placentero.

 

Fernando es un escritor; escribía por necesidad y goce, también goce estético, esa estética vital que se relaciona con la felicidad de la inspiración y no con la que anda tras el tropo por el tropo, sino que la alegoría, que es más honda que un recurso retórico, llega sola cuando tiene que llegar. Escribía al anochecer, en la madrugada, al amanecer. Prefería esas horas porque escribía en el profundo silencio de las suaves olas que mecen la imaginación, sin prescindir de un cigarrillo y de su café con leche. Conversábamos de la escritura, de la de él y de la mía, sin fusión alguna, respetando sagradamente el infinito de él y el mío. De pequeña le leía mis cuentos, él me lo pedía. Muchos años más tarde, me dijo que fuera profesora de castellano, pues me vio jugar de niña a serlo y él simulaba ser mi alumno. Al parecer yo era mayor, la “hermana mayor”, pero en realidad él venía de mucho antes, de siglos imperecederos, de esos que conocía a la perfección porque le apasionó siempre la historia. Le hice caso y soy profesora.

 

Y él me hizo caso a mí cuando le dije que probara con la poesía. Mi hermano escribió en distintos registros: narrativa, ensayos teóricos, textos políticos, dramaturgia, siempre con una pluma poética. Este poemario es póstumo, pero no es lo último que escribió, pues viene concebido, escrito y editado desde hace un tiempo atrás. Dejó mucha escritura inédita, pues Fernando escribía a diario. “La querella de mí mismo” tuvo la suerte de caer en buenas y jóvenes manos que tuvieron la generosa idea de pedirme esta nota: “La generosidad se encuentra con la generosidad”, parafraseando a una mística del siglo XIII. La pluma de mi hermano es generosa y mi nota intenta estar a su anchura. No ha sido fácil escribirla porque no me conformo con su partida prematura y repentina. No ha sido fácil y, por lo mismo, es breve. Nace, eso sí, “del Amor sin condiciones”, como él mismo lo proclama en un poema que no está en este libro: “Yo pensé que se trataba del amor sin condiciones”. Quiero que sepas que conociste ese Amor, porque así lo siento y lo sentí siempre por ti. Como tú me permitiste la fortuna de conocer la Hermandad, vivenciarla, encarnarla. No toda hermana y hermano experimenta necesariamente la Hermandad, que es más importante en la vida que la libertad, nos dice la vieja amiga María Zambrano, que tanto te gusta por sus Claros del Bosque. Seguro se refería a esa libertad moderna.

 

Deseo que este poemario de Fernando abra horizontes nuevos de sentido para quien lo lea, que su lectura sea hecha con placer, las veces que sean necesarias, las veces que cada quien elija, en los más recónditos lugares, en compañía o soledad, y que provoque emociones genuinas. Yo, en esta nota, me hago cargo de mis palabras, de cada una, ante la ausencia-presencia de mi hermano, de su autor. Me gustaría que la lectora o lector lograra percibir ese brillo en cada poema o palabra, ese del que hablo al principio. También es el dulce brillo de tus ojos, de tu mirada, como la última que me regalaste antes de partir, frente a frente estábamos: la mirada, que relata acontecimientos, vívidos en las pupilas, ¿se trataba del acontecimiento de la culminación de la vida? Mi madre cuenta que cuando llegaste a casa recién nacido, yo te miré un buen rato seriamente, sin decir palabra, sin esbozar expresión alguna en mi rostro, a mis dos años y medio de edad. No lo recuerdo. Mi memoria alcanza a saber que nací con un hermano, quien siempre estuvo y estará conmigo. El otro día, una amiga compartía unos versos de una poeta que decían “La bienvenida y la despedida en una sola mirada”… así nada más.

 

Fernando José Franulic Depix, hijo de María Soledad y Andrés Vicente. Nacido un 20 de enero de 1978 bajo el sol de Acuario en una ciudad costera del desierto de Atacama, en la ciudad-puerto de Antofagasta. Con total admiración y eterno amor, amor eterno, te dedico esta sencilla nota para una de tus grandes obras, comenzando la Era de Acuario, en pleno verano del hemisferio sur, en el año 2024 del calendario gregoriano, a 40 días de tu partida.

 

Tu hermana Andrea

El Tabito, provincia de San Antonio,

2 de marzo.