Critica.cl 

02/04/2020 

Introducción del autor 

La muerte de Fernando Quilodrán (1936-2017) me tomó por sorpresa y con mucho pesar, entonces, este texto de reseña crítica también tuvo su duelo: no deseaba publicarlo de forma inmediata. Fue uno de los últimos textos de Quilodrán, quien fuera una figura clave de la narrativa y la poesía chilenas, además de Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile en el período de la transición a la democracia, y cuyas palabras me honran con su bello análisis. 

Fernando Franulic 

 

Linde-portada

Linde, de Fernando Franulic Depix, Santiago de Chile, Del Aire Editores, 2015. 

Cuentos chilenos contemporáneos, 
literatura homoerótica, 
cultura del límite, 
narrativa de la transgresión. 

  

TRECE RELATOS COMPONEN ESTA obra de Fernando Franulic Depix, organizadas en cuatro secciones: “Amores inacabados”, “Pequeñas fabulaciones”, “Trascendencias y trasgresiones” y “Caer”. 

Lo primero que se debe consignar es que estamos ante un escritor de oficio seguro, de prosa gentil, en el sentido de la no incurrencia en argucias de gusto dudoso; y de una imaginación que a pesar de su desbordancia se disciplina en los límites del género narrativo. 

A primera vista, se trataría, simple e indistintamente, de una manifestación de lo que se podría catalogar como “literatura homoerótica”, lo que plantearía el problema de si tal subgénero existe. Pero aquí hay más que eso: una abundancia de temas, situaciones y personajes que no sólo exceden cualquier ámbito restringido, sino que son la expresión artística de un universo conformado por la infinita variedad de lo real. 

Se trata, sí, en buena parte de los textos, de aquel amor que “no se atreve a decir su nombre”. Y que aquí, en estas páginas, sí se atreve. 

Pero, ni esto basta para categorizar una obra, ya sea literaria o de otra cualquiera disciplina o manifestación artística, ni sería legítimo el aplicarle métodos o formas de acercamiento distintas a las que alguna visión reduccionista podría proclamar “normales”. 

Tal vez nos ayude a una mejor asimilación de este conjunto, el considerar que su autor lo presenta bajo un título sugerente: “Linde”. Se trataría, pues, de un ensayo sobre los “límites”, aquello que demarca territorios. ¿Literatura de la exclusión, una exclusión, por decirlo así, “originaria”, y por ello se nos invita a terminar con la disimulación que oculta a los individuos cuando actúan en el mundo? 

El ser humano se nos aparecería –siguiendo el “libreto” de Franulic– como un enigma por descifrar. Y para ello, el recurso a la literatura. Y también podríamos concluir que el autor escribe para sí mismo, y asume una responsabilidad que lo sobrepasa, en la misma medida en que entrega el fruto de su lucha obsesionada para que otros –nosotros, sus lectores– hallemos el camino de la libertad. 

Conjunto abigarrado, con personajes casi siempre asomados a un límite que se abre a un abismo; ejercicio de una catarsis ofrecida como el único método de conocimiento de la realidad, porque ésta es irremisiblemente cruel y extremada. 

“Razones minerales” se titula un relato particularmente logrado. Bien se podría titularlo “La Baronesa”, porque ésta es el gran personaje. Aquí, la pluma se mueve con seguridad: es el apretado y elocuente mosaico de clase, los prejuicios aristocratizantes, el culto a la propiedad en todas sus formas, la soberbia y el desprecio y el asco ante cuanto suene, huela o se vista de pueblo. Pero, además, en el caso particular de La Baronesa –rasgo que por lo demás estará presente en todo este corpus narrativo– el desprecio a los débiles, a los mal dotados por la naturaleza en lo físico como en lo intelectual y emocional, lo que no excluye la compasión o la simpatía hacia esos seres en indefensión. 

La Baronesa es un ser de extrema coherencia, y su deslizamiento hacia un fin –además de inesperado– ocurre por razones si bien azarosas, profundamente vinculadas a ese mundo real que la vieja señora creía conocer y dominar. Un irónico desenlace, tanto inesperado como ejemplarizador, cierra de manera magistral lo que de no mediar las circunstancias de la simple y cruda realidad, bien podría tomarse por la licencia de un buen autor en la difícil gestión de desprenderse de su mejor personaje. 

Pero la pieza mayor de este conjunto, titulado “El abandono” –el más extenso, además– si presenta las mayores dificultades al lector, exige la mayor pericia a su autor. 

Estructurado en distintos planos espaciales y temporales, el conflicto pareciera sintetizarse en la contradicción entre la ley y la naturaleza. En otras palabras, entre el ser, el individuo, y las ordenanzas que lo restringen y determinan. 

Personajes fuertemente determinados por su tiempo y su clase, enfrentan prejuicios y costumbres y valores que estarían fuera de toda objeción. El mundo es así, y basta. 

Amores apasionados tal vez en la misma medida de su condición marginal, o “ilegal”, son la sustancia de existencias desgarradas pero empecinadas en cumplirse como tales. Y la cruda realidad cobra sus fueros. 

Una rigurosa reconstitución histórica, radicada en una familia celosa de su estirpe y de su fortuna, nos proporciona el marco de una época signada por las luchas independentistas de nuestro país, y ello en el marco más inclusivo de un mundo que viene saliendo, en Europa, de las guerras napoleónicas y su necesario impacto en la periferia de los imperios centrales. 

Asistimos en estas páginas a un contrapunto alucinante entre la realidad y el ensueño. El recurso onírico se revela eficaz para el despliegue de la personalidad de uno de los protagonistas centrales. 

Finalmente, triunfan “la razón” y el buen sentido burgués a favor de la absoluta impunidad con la que se cumplen las exigencias del “decoro” y los intereses de casta. 

Franulic es un buen observador y un agudo investigador de ambientes y disciplinas varias. Así, nos introduce en escenarios musicales, científicos, entre otros. En más de una ocasión, el relato parece bifurcarse hacia el ensayo, y ello en forma solvente. 

En “Idioma desconocido”, de la sección “Trascendencias y trasgresiones”, hallamos una suerte de “arte narrativa” del autor: “Siempre me ha interesado un problema: la diferencia”. Y agrega o aclara que se trata de lo que “se ha llamado la otredad”. Y eso obsesiona a la personaje autora de este relato-confesión, como todo evidencia que le ocurre al “autor mayor”, al responsable de mover los hilos de la ficción: el autor que nos convoca esta tarde. No podemos, en mérito al tiempo, aludir a complejidades teóricas, como cierto rechazo del personaje a aceptar como criterio normativo, “motor de la historia”, a “la división de clase”. Pero ello testimonia de la amplitud de la mirada del autor. 

Variado registro, ya está dicho, en el que llaman la atención un relato titulado “Gallináceas”, así como “Ha muerto un pobre hombre”. 

Todos ellos confirman la emergencia de un escritor comprometido con su oficio, que asume la dura carga de entregar un testimonio desnudo de una realidad que lo ha conmovido hasta el extremado riesgo de la creación. 

La Chascona, enero de 2016.